lunes, 31 de octubre de 2011

27º Relato: Adiós Teta, Adiós

A veces cierro los ojos y recuerdo tu habitación, la luz tenue naranja iluminando a oscuras, la hamaca que nos mecía durante horas, la música de yoga y reiki que envolvía el ambiente, nuestro momento, nuestro templo. No puedo evitar llorar cada vez que recuerdo, cómo me mirabas con tus enormes ojos mientras enganchada a mi pecho te alimentabas, cuando volvíamos a ser un cuerpo, fundidas, con ese olor a vida. La mayoría de las veces me encantaba desnudarme para sentirte, siempre que podíamos y la temperatura lo permitía nos quedábamos desnudas piel con piel, como el día que naciste. A veces papá también venía con nosotras, y se sentaba en el suelo, en la penumbra mientras nos miraba o mientras teníamos conversaciones susurrantes sobre lo bella que eras.
Se me caen las lágrimas al recordarlo todo, al revivir las imágenes en mi cabeza y entonces me pregunto ¿Por qué no pude confiar más en mi? ¿Por qué no creí en mi instinto? ¿Cuándo fue que el miedo pudo más que mi amor?

La historia de mi lactancia, comienza en el minuto 0 de nacer, mi pequeña nació moradita con 2 vueltas de cordón al cuello y una al brazo, pero con mucha fuerza. Nada más nacer la dejaron en mi pecho y se enganchó. Qué sensación tan intensa. Desde ese mismo instante no dejé de ofrecerte el pecho a la más mínima. Concienzudamente meses antes había leído, absorbido libros y artículos de lactancia, había asistido a una charla y creía tenerlo todo bajo control. Sabía que nada de cada 3 horas, que era cuando ella quisiese, no siempre tiene que ser por alimentarla sino por darle calor, abrigo, amor, NADA pero NADA de suplementos, mi cuerpo está perfectamente preparado para “fabricar” la leche que necesitas. Y en esto último fallé.

Al mes y medio de nacer, mi pequeña empezó a vomitar, al tercer día, pensé que ya no era el simple reflujo que siempre había tenido sino que había algo más. Fuimos al hospital y tras unos análisis que no olvidaré jamás, detectan que mi pequeña tiene una alteración de transaminasas y piensan en hepatitis, aunque poco probable por los valores. La indicación que nos dan es irnos a casa y si continua regresar en un par de días. A los dos días allí estábamos como relojes, mi pequeña no dejaba de vomitar y perdía mucho peso. Nos ingresan y empiezan a hacer pruebas. Mi pediatra (prolactancia hay que decirlo) me indica que no la retire el pecho bajo ningún concepto por el momento. Estuvimos 8 días en el hospital, la hacen y deshacen mil cosas, barajan mil posibilidades y no dan con nada. Cuando deja de vomitar nos mandan a casa. Por el momento no parece estar relacionado con mi leche así que sigo como siempre.

A las 2 semanas mi hija vuelve a empezar con los vómitos, de nuevo pierde 500 gramos a la semana, el miedo empieza a instalarse en mi... ¿qué está pasando? De nuevo volvemos al hospital, las transaminasas siguen elevadas vuelven a empezar las pruebas y esta vez pregunto insistente si tiene algo que ver mi leche en todo esto. La pediatra lo duda por el intervalo de los vómitos. Si fuera mi leche vomitaría siempre y no cada 2-3 semanas durante una semana entera. Sin embargo esta vez sí que me dice que por el bajo peso de la niña quizá es conveniente que esta semana metamos suplemento de 30 ml en el hospital. La idea no me gusta pero ¿tengo otra opción? Decido sacarme la leche entre tomas y darle el suplemento de mi leche.

A la semana volvemos a salir del hospital, las pruebas no dan que haya nada grave, así que una vez cortados los vómitos nos volvemos a marchar, esta vez con la pauta de los 30 ml después para recuperar el peso. Pero esta vez sí que había un problema, había días en los que después de sus 30 ml mi niña lloraba sin parar y al ponerla al pecho de nuevo seguía llorando, no quería, no había más leche... Recuerdo la ansiedad, la frustración, ¿qué hago? ¿Le doy otra toma de 30ml? ¿La dejo llorando hasta que mi pecho tenga leche? Pero no puedo dejarla así, ¿y si sigue perdiendo peso? ¿Y si es mi culpa que no engorde? Mis pechos flácidos no daban más por el momento... recuerdo gritar a mi marido desesperada buscando ayuda, no sabiendo qué hacer. Y empecé con la leche de fórmula, intentaba sacarme toda la leche que podía pero había ocasiones en que si hacia eso luego ella no podía mamar porque no tenía suficiente y el suplemento cada vez aumentaba más y mas.

Se sucedieron dos ingresos más en los que siempre me decían que mi leche no tenía que ver, que simplemente podrían ser virus.


Cuando volví al trabajo, ya con 6 meses, la cantidad de leche materna que tomaba era mínima.
Un día cuando tenía 7 meses y medio volví de trabajar y como cada día volví entusiasmada con la idea de vivir “nuestro momento” que cada vez se había reducido a un tiempo inferior. Recuerdo intentarlo todo, recuerdo ponerla de un lado de otro, ponerme sobre ella en posición lobo, y recuerdo cómo ella giraba la cabeza negando mi pecho, cómo con sus manitas me apartaba. Recuerdo todo lo que lloré. Ella había decidido parar y yo intentaba obligarla por no sentir mi fracaso.


Hoy esta historia me ha hecho aprender. Quizá mi leche hubiera “salvado” a mi hija de tantos ingresos. Quizá si hubiera creído más en mis posibilidades, en mi cuerpo, hoy mi pequeña seguiría mamando como yo quería que ocurriese. Hoy ya no tengo la oportunidad con ella pero el día de mañana habrá otro bebe al que le daré la oportunidad de mamar hasta que él quiera y no hasta que pueda.

26º Relato: Lactancia Fácil

Es lo que me sale para titular mi lactancia porque no hay nada espectacular, nada llamativo, no hay grandes esfuerzos ni superación de trabas y/o problemas…. Hemos llegado hasta aquí, 30 meses después sin hacer nada especial, como que no quiere la cosa…
Mi idea antes de dar a luz era dar teta porque es lo natural y porque es lo que he visto a mi alrededor, tampoco me informé demasiado, ni me calenté la cabeza, di por sentado que mis tetas iban a hacer su trabajo y así fue 
Nuestra lactancia empieza el 30 de abril de 2009, cuando mi niño decide adelantarse por sorpresa en la semana 37 (no tenía ni un síntoma, fue un embarazo tranquilo y fácil) y la razón la descubrimos cuando lo conocimos tras 36 horas de parto: bajo peso por malformación placentaria. A pesar de pesar 2,380 era un niño sano y activo. El parto fue respetado, pedí epidural (no soy tan valiente ) pero por lo demás me dejaron dilatar tiempo y tiempo (al final me pusieron un poco de oxitocina porque la cosa estaba poco animada y resultó), no epi, no separación, piel con piel al nacer… La cosa es que se enganchó genial y encima la “receta” del pediatra del hospital fue: “teta, teta y teta”
Al principio tenía uno de los pezones muy sensible, en unos días se pasó y ese es todo el problema que he tenido en la lactancia… todo lo demás perfecto. Mi hijo ha sido de tomas rápidas y frecuentes, no ha tenido cólicos, ha sido y es lo que se conoce como “un bebé muy bueno”. Que ha pedido por la noche hasta bien mayor, pues sí, hasta los 12 meses, pero colechando es una cosa que no me ha afectado ni siquiera teniendo en cuenta que me incorporé al trabajo a jornada completa tras la baja maternal. Vamos, que lo he vivido en positivo, sin pensarlo mucho porque es lo que había y porque mi idea de criar es ir respetando las necesidades de mi hijo: yo me adapto a él, no al revés.
He tenido que oír alguna bobada sobre lactancia, pero como tengo morro y la espalda ancha, no me afectan; mi decisión es que mi hijo mame hasta que él quiera y lo que opinen los demás está de más (esto era de Mecano, no?? jaja ) Ejemplos tengo varios, los más llamativos: una señora en una tienda al verme dar de mamar a mi hijo con un mes me dijo que le diera un biberón para que engordara en condiciones… Hace poco un pediatra (que no es la mía) me dijo que se me iban a caer los dientes y me iba a entrar osteoporosis por seguir dando teta tanto tiempo. A éste le contesté: “A ti también se te van a caer los dientes y no creo que hayas dado pecho nunca” y encima me chivé a mi pediatra que es pro-teta y me dijo que le iba a echar la charla!!. Luego están los típicos, que si le vas a dar hasta que vaya a la mili, etc, etc… pero a esos ni les echo cuenta…
También es cierto que estoy dando con muchas mamás que dan lactancia prolongada como yo, lo que me alegra y es una muy buena señal.
No sé qué más contar, que el que mi hijo me pida teta me encanta, su primera palabra fue esa: TETA. Poco más hay que decir: que tuve un hijo muy pequeñito que se ha hecho muy grande a base de teta y amor.

domingo, 30 de octubre de 2011

25º Relato: La fuerza de una loba

Queridas mujeres, hermanas, madres, abuelas…!
¿Por dónde empezar? Son tantas cosas las que quisiera relatar…
Quizás empiezo por decir que mi parto fue triste y doloroso y que entre eso y otras circunstancias tuve la pena de sufrir lo que llaman depresión posparto, aunque ahora con la perspectiva del tiempo soy consciente de que necesitaba ese dolor para sanar viejas heridas del corazón.
Tenía claro desde el principio que tenía tetas y quería usarlas para dar de mamar a Unai.
No fue fácil, y en el hospital enseguida me dijeron que Unai había perdido peso después de estar un par de días en el hospital y que con mi permiso le darían un biberón de suplemento… cuando no era necesario, pues si estoy acertada, todos pierden peso ya que al nacer conservan en su piel una película que les mantiene calientes, pero como en los hospitales les lavan, al quitarles esa película de grasa, pues entonces lógico, pierden peso… cosas de la ciencia médica.
Bueno, seguí dándole pecho, pero mis circunstancias físicas y emocionales eran muy duras, así que cuando pasaron 2 meses estuve apunto de tirar la toalla y empezar con los biberones.
Cuando veía a mi hermana o mi marido darle el biberón algo se desgarraba en mi interior, había en mí una pena muy grande, me sentía como cuando a una loba le quitan su cachorro, así que decidí seguir dándole de mamar a pesar de mis trabas físicas del momento. Se lo comuniqué a mi familia y gracias al apoyo incondicional de mi hermana y mi marido hoy sigo dándole pecho, tiene ya 2 años y medio.
Su primera palabra fue “Tetita” :)
Hoy en día me encuentro con personas que me miran raro y dicen “A ver cuando le quietas el pecho”, y otras que me miran con alegría.
Quiero comunicaros que trabajar jornada completa es perfectamente compatible con la lactancia.
Quiero comunicaros que lo que vuestro cuerpo y vuestro corazón os dice es lo acertado.
Quiero comunicaros que Unai nunca ha tomado triturado ni papillas de farmacia y está muy sano y no le falta ninguna vitamina.
Como dice Carlos González, de la teta se pasa al bocata de chorizo :)
Os doy las gracias por la oportunidad de relatar nuestra experiencia.
Un gran abrazo de Luz!!!

Mercedes y Unai

sábado, 29 de octubre de 2011

Dos experiencias totalmente distintas


Las historia de mi lactancia

Año 2006. Estoy embarazada por fin tras 15 meses de intentos. Tengo claras muy pocas cosas sobre la maternidad, la que más, que este bebé tomará pecho, que es lo que he visto en mi familia (al menos la de mi madre). Confío en mi misma en ese aspecto, en la naturaleza, y en que todo funcionará como debe.

13 de enero de 2007. Ingreso a las 13:30 dilatada de 4 cm. A las 22:20 nace Matias, es precioso. Yo me encuentro bien, tengo la maravillosa suerte de pertenecer a ese pequeño porcentaje de mujeres a las que no les duelen las contracciones. Sólo fue difícil un par de horas en las que una bajada de glucosa me tuvo mareadísima. Parto natural, pequeño desgarro, veo a mi niño, es precioso, me lo ponen un momento encima para que me huela, y se lo llevan a limpiarle un poco. Papa va con ellos, y al cabo de unos minutos me lo trae. Yo no le puedo soltar, es tan lindo. Ya en la habitación, me traen un bocadillo de jamón, tengo tanta hambre. Le dejo en la cunita y empiezo a comer.

Me levanto, y allá que veo un charco enorme de sangre. Yo me encuentro bien, pero las enfermeras no paran de comprobar si esta todo bien. Parece que he perdido bastante sangre, al menos eso me dicen.

Esa noche, ya en planta, Matias se despertó un par de veces. Mi madre me lo traía y me lo puse al pecho. Mamaba un poco y se dormía. La noche siguiente igual, y ya nos dan el alta. Me recetan hierro, que lo tengo por lo suelos.

Como estábamos de obra en casa, me quedé unos días en casa de mis padres. Mucho trajín de gente, pero no tengo que preocuparme de comidas, lavar ropa o comprar. Sólo del bebé. Matias lloriquea a cada poquito, yo le cojo, lo pongo al pecho, y cuando se duerme le quito de la teta. Pasan 2, 3 días y Matias no hace caca. Ni una. Vamos a urgencias y me dicen que los bebés de pecho igual hacen 10 cacas al día como 1 caca cada 10 días, que no me preocupe. Prueba del talón con 5 días, todo bien. Llega el fin de semana (Matias nació en Sábado) y me marcho a casa por fin, dejando la casa de mis padres. Matias tiene 7 dias. Hemos estado en urgencias otra vez porque lloriquea mucho, lo pongo mil veces al pecho pero sigue igual. Y aun no ha hecho caca. Me dicen que es normal y me mandan a casa.

Lunes, Matias tiene 9 días. No para de lloriquear. Ni de noche ni de día. Es un gemido, no sé. No puedo más, estoy destrozada de no dormir. Tenemos hora para el pediatra, a eso de las 12. Mi marido se ofrece a darle mi leche en biberón para que yo pueda descansar. Pongo el sacaleches al pecho.... y ahí no sale nada. NADA. Matias no para de gemir, pero esta como adormilado. Llamo a mi padre, su amigo Luís es enfermero. Son las 7 de la mañana y me dice que no espere a la hora del pediatra, que me vaya ya. Nos vemos en casa de mis padres, Luís está esperándonos. Ve a Matias y me dice que no espere, que me vaya YA al centro médico, que no me pare. Y yo me asusto. Mucho. Nos pasan los primeros al pediatra, gracias a Luís. Mira al niño, y nos dice que nos vayamos inmediatamente al hospital. Ahí ya estoy cagada. Matias no hace mas que gemidos muy flojitos, está como adormilado, y yo tengo mucho mucho miedo.

Tal como entramos nos suben a pediatría, y nos ingresan. A Matias le ponen una vía y un suero y le llevan a la habitación. Yo estoy nerviosísima, y ahora veo a mi chiquitín lleno de cables y goteros, no se mueve, y empiezo a llorar. Mi bebe lleva más de una semana sin comer nada, y yo no me he dado cuenta. Casi se me muere de hambre, y yo no me he dado cuenta. Ahora veo las fotos de esos días y veo que tiene mala cara, que está consumido... pero entonces no lo veía. Era mi bebé precioso. El diagnóstico: Deshidratación hipernatrémica de grado 2, debido a una hipogalactia de origen desconocido.

Estuvimos ingresados una semana. Las enfermeras de pediatría me animaban a que le cogiese en brazos, a que le pusiese al pecho, aun cuando le diese biberones porque había perdido 800 gramos en esos 8 días desde que nació hasta que ingresamos. La pediatra fue otro cantar. Le pregunté si podría seguir intentando darle pecho aparte de los biberones, y mirándome con desprecio me dijo "para lo que tienes, yo de tí ni lo intentaba, pero allá tú". Y así terminó mi lactancia, si es que puede llamarse así.
Los siguientes tres años los pasé sintiéndome una mala madre, preguntándome por qué no pude amamantar a Matias, qué hice mal, si fue mi culpa.... aterrada de quedarme embarazada y volver a tener la misma situación.

En diciembre de 2009 me quedé embarazada de nuevo. Investigué, leí, busqué información. No conseguí encontrar una razón definitiva para lo que ocurrió, creo que fue un cúmulo de cosas (anemia, perdí bastante sangre, estrés en casa de mis padres, Matias se dormía enseguida y yo no caí en despertarle.... no sé). Pero este tiempo de investigación también lo fue de reflexión, e hice las paces conmigo misma. No podía haberlo evitado, no hice nada mal para que las cosas terminasen así.

Martin nació en un parto exprés el 16 de agosto de 2010, de 37 semanas justas, en el mismo hospital que su hermano. Era muy chiquitín, pero precioso. El matrón lo colocó en mi regazo, y nos dejaron solos. Martín buscó el pecho, se enganchó a él y estuvo ahí mirándome con sus ojillos mientras se alimentaba, el tiempo se detuvo.

El matrón vino varias veces, y no se llevó a Martín para limpiarle, pesarle etc. hasta que no hubo terminado de mamar. Nos subieron a planta, Martín conmigo en la cama, tumbados de lado, mamaba y dormía, mamaba y dormía.

Nos marchamos a casa al día siguiente, y hasta hoy seguimos durmiendo juntos, dependiendo el uno del otro. Hoy, Martín come de todo. Va a la guardería de 8 a 3. Y sigue mamando por las tardes, los fines de semana y por la noche. Cuando llego a recogerle a la guardería, mete la mano por el escote, primero saludamos a la teta. Me mira y se ríe. Y luego nos vamos a casa.

Con él no he ningún tipo de problema, está siendo una lactancia de libro, y seguimos disfrutando los dos, creo que, al menos en parte, debido a la experiencia con mi primer hijo, que me volvió cabezota y me hizo más fuerte, para ni siquiera pensar una vez en tirar la toalla y darle un biberón.

Ester, Matias y Martin



jueves, 27 de octubre de 2011

23º Relato: Rica Teta!

Cuando estaba embarazada jamás se me pasó por la cabeza que no pudiera dar de mamar. Inconcebible. Tal vez porque en mi familia materna la teta siempre se ha visto como lo más normal y lo más bello. Mi mamá tuvo cuatro hijos y a todos nos dio teta más de dos años, bueno, excepto a una de mis hermanas porque volvió a quedar embarazada cuando la beba tenía 6 meses de edad y la lactancia en tándem era desconocida en esa época. Yo, siendo la mayor, siempre había oído que la teta es lo máximo, que la teta es amor, reconforta, cura y calma y que es lo más delicioso del mundo, así que lo más natural era pensar que yo también iba a dar teta. Y creo que esa actitud fue la que nos salvó la lactancia.
Mi hijo nació por cesárea después de 18 horas de contracciones porque su cabeza era muy grande y no encajaba en mi pelvis. La anestesia fue parcial así que lo vi apenas lo sacaron, pero la costumbre era llevárselo para pesarlo y hacerle exámenes y traérmelo cuando se me pasara la anestesia. Afortunadamente la mayor parte de ese tiempo se lo dieron a mi esposo, así que mi pobre bebé estuvo poco tiempo con desconocidos. Cuando me lo trajeron, dos o tres horas después de nacer estaba tan cansada y tan feliz que lo acurruqué conmigo y nos dormimos los dos. No se me ocurrió ponérmelo a la teta, nadie me dijo que tenía que ponérmelo a la teta lo más pronto posible. En algún momento mientras estaba dormida vino una enfermera, me sacó la teta, me apretó y vio que salió calostro y dijo “todo está bien” y se fue. Nosotros seguimos durmiendo.
A la mañana siguiente le traté de dar teta pero él estaba demasiado dormido, no lo lograba despertar. Llamé a la enfermera y ella tampoco pudo despertarlo y se lo llevó. Al rato me lo trajeron, me dijeron que le habían dado leche de fórmula con una cuchara o un gotero, que se la había tomado pero que no le había gustado.
En mi país (Costa Rica) las campañas de salud pública son muy buenas. Le machacan a la gente las cosas: “lactancia materna en exclusiva hasta los seis meses y luego se debe mantener hasta los dos años” te lo dicen tanto que cansa. Así que cuando la enfermera me dijo que no le había gustado la leche de fórmula no le creí, pensé que me lo decía para que yo siguiera intentando con la teta y pensé, esta no sabe que no necesita esos trucos conmigo.
Al poco rato mi hijo vomitó la leche que le habían dado. A los pocos días nos dimos cuenta que era intolerante a la lactosa igual que mi esposo, porque ni siquiera yo podía consumir lácteos porque le llegaban a él a través de la leche materna y lloraba de dolor de panza. Fue entonces que finalmente le creí a esa enfermera.
Pasé todo ese día intentando que cogiera la teta. Le hablaba y le decía que la teta es lo más rico que hay, que la teta es amor de mamá, que le iba a gustar mucho, que lo íbamos a disfrutar, no sé que más le decía, pero sé que no paraba a de hablarle para convencerlo. Pasaban las horas y pedí que le dieran más leche de fórmula porque me daba miedo que se le bajara el azúcar por no comer. Me volvieron a decir que no le gustó, la volvió a vomitar.
Finalmente tarde en la noche, casi 24 horas después de haber nacido, cogió la teta. Cuando llamé a mi mamá para contarle soltó un gran suspiro de alivio y yo no entendí porqué, si la teta la tenía que coger en algún momento, ¿no? Ahora me doy cuenta de que no, ahora conozco muchas historias de lactancias fracasadas y le doy gracias a Dios de que la nuestra funcionara.
A partir de ahí no tuvimos ningún problema. Ni pezones agrietados, ni doloridos, ni mastitis. Mi leche salía a chorros, goteaba cuando me bañaba. Mi bebé engordó al mismo ritmo que yo perdía peso. Así perdí los muchos kilos de más que gané en el embarazo. Durante los primeros días mi esposo fue un gran apoyo, me cocinaba cosas ricas, se encargó completamente de la casa. Luego siguió siendo un apoyo, cuidaba al bebé para que yo repusiera sueños y siempre ha estado ahí para los dos.
Cuando regresé a trabajar no tuve problema. A la hora del almuerzo me sacaba la leche, me salía a chorros, me sacaba 10 onzas o hasta más. Regresaba a la casa a las 2 o 3pm y terminaba mi trabajo desde ahí. La leche que me había sacado se la daban mi mamá o mi hermana durante la mañana siguiente. Pero era tanta leche que alguna la congelábamos y llegamos a tener una reserva grande.
Cuando mi hijo entró a la guardería con un año de edad, una médico le hizo una revisión y me dijo que sólo tenía que tomar teta tres veces al día. Yo saqué cuentas y calculé que tomaba unas seis o siete veces, me sorprendí pero seguí dándole igual: ¡a demanda! A la guardería le llevaba un chupón (biberón) con mi leche y se lo daban sin problema. Luego nos cambiamos de país, yo pasaba más tiempo con él, fue creciendo y adiós chupones.
Sólo cuando se le cariaron los dientes a los 18 meses suspendimos las tomas nocturnas, pero durante el día seguíamos todas las veces que él quisiera.
Así seguimos hasta que cumplió dos años de edad. Y entonces dejó de pedirme teta. Yo sabía que era decisión de él, sabía que era el momento y estaba preparada. Por un lado estaba feliz de recuperar mi cuerpo, y de poder usar toda la ropa que quisiera. Pero cuando veía bebés en la calle se me salían las lágrimas. Fueron meses muy muy duros para mí. Después leí que eso también es normal, que la madre pasa por un duelo cuando su hijo deja la teta. Mi cuerpo me pedía a gritos otro bebé, pero estaba (estoy) estudiando y no podía permitírmelo todavía.
Disfruté montones todas las etapas de nuestra lactancia, desde que era recién nacido y para que no llorara cuando le cambiábamos el pañal, yo le daba teta mientras mi esposo lo cambiaba. A veces pedía teta cuando íbamos en carro y ahí estaba yo como una equilibrista dándole teta en su silla hasta que se dormía (idea de mi hermana por cierto), quien sabe qué pensaban los que nos veían desde otros carros. Cuando tenía año y medio me pedía “¿teta?” y yo le decía “sí, vamos” y se iba marchando feliz para el cuarto “¡teta, teta, teta!”.
La teta curaba y hasta prevenía todos los males. El cambio de presión al despegar o aterrizar en un avión. El dolor de una caída. El dolor del pinchazo de una vacuna. Las molestias de la fiebre una vez que le dio neumonía. Yo le daba gracias a Dios de tener una forma de hacerlo sentir mejor. Hace dos noches la fiebre no lo dejaba dormir, se despertaba llorando cada media hora y yo pensaba, era más fácil cuando le daba teta.
Afortunadamente nunca escuché comentarios negativos sobre mi lactancia, ni miradas reprobatorias, ni en Costa Rica, ni en Alemania y eso que aquí dan teta sólo unos pocos meses. De todas maneras no me hubieran importado! Como nota curiosa, cuando llegué aquí fui a una ginecóloga para pedirle pastillas anticonceptivas y le dije que todavía daba de mamar (mi hijo tenía 15 meses) y se sorprendió de que tuviera la regla dando de mamar, ¡me impresionó tanto! Y este es un país desarrollado. Nunca entenderé como aquí las madres se toman el Elternzeit (tiempo para maternidad, un año sin trabajar recibiendo el 75% del salario) pero sólo dan teta por 5 o 6 meses.
Le agradezco a la seguridad social de mi país por sus campañas de lactancia. Por los consejos sobre la forma correcta en que debe estar la boca del bebé en el pezón. Por decirnos que a demanda significa barra libre como en los bares: cuando quiera, todo lo que quiera. Sé que sus campañas no son perfectas porque por ejemplo nunca me dijeron que tenía que ponerlo al pecho lo más pronto posible, ni nunca aclararon que tenía que ser a demanda todo el tiempo que durara la lactancia, pero creo que para un país en desarrollo no estamos tan mal.

martes, 25 de octubre de 2011

22º Relato: Tesoro natural

Primer relato de un hombre que cuenta su experiencia con la lactancia, gracias por el valioso testimonio:

Durante el embarazo de nuestra primera hija acudí con mi mujer a una reunión de la Liga de la Leche, y me involucré en la búsqueda de un ginecólogo que promoviera el parto respetado; nos intentamos preparar para el nacimiento de nuestra pequeña y que todo fuese como deseábamos.

Tras más de veintisiete horas de parto nació nuestra princesa Aimara, y en ese momento nos dimos cuenta de lo que teníamos en nuestros brazos. La niña estaba pegada a su mamá e intentamos que se enganchara al pecho; surgieron dificultades, pero tuvimos la ayuda de las madres de la Liga de la Leche con las que habíamos contactado durante el embarazo. Gracias a ellas pudimos tener claro que lo que estábamos intentando era lo correcto, y nos ayudaron a hacer oídos sordos a todas las “ayudas” que nos llegaban de la familia y de las enfermeras.

Durante las siguientes semanas surgieron problemas en la lactancia, que fuimos superando gracias a la constancia de mi mujer, que hizo una demostración de amor y de entrega para mantener ese vínculo con nuestra pequeña. Mis ojos contemplaron como las lágrimas caían por su rostro cuando las grietas o la mastitis aparecieron, pero luchó con todo para que Aimara tomara pecho hasta que se destetó casi al año y medio de nacer.

La llegada de nuestros mellizos ha sido muy especial. La experiencia de nuestra hija mayor nos ayudó mucho en el proceso de consolidación de la lactancia. Han surgido problemas como en el pasado pero sobre todo la diferencia es obvia, son dos preciosidades a los que amamantar.
De nuevo quiero destacar la figura de la mamá, que ha multiplicado por dos su compromiso y su esfuerzo, si esto es posible, para que la lactancia materna se afianzara. Mi papel se ha limitado a apoyar, estar al lado de mi mujer en los momentos más difíciles y disfrutar de ver cómo mis hij@s y mi mujer se unen para alimentarse mutuamente (esta frase se la he copiado a mi mujer, que le quedó precioso).

Nuestros peques ya tienen catorce meses, y siguen tomando pecho. Todo es fruto de tener una idea clara de lo que queríamos ofrecer a nuestros hijos, de estar informados, y de implicarnos en poder dar este “tesoro” natural tan importante para el desarrollo y el crecimiento de nuestros hij@s.

Si algún futuro padre o madre lee este relato, sólo quiero darle la enhorabuena y pedirle que aproveche el embarazo para leer, informarse y crearse una opinión al respecto de la forma en que quiere alimentar a su bebé (o bebés si es un parto múltiple). Parece mentira, pero en nuestra vida nos formamos para casi todo menos para ser padres y madres, siendo esto lo más importante que vamos a vivir en nuestra existencia.

Si estás formado e informado puedes tener tus ideas claras, y así poder hacer frente a esos momentos en que el niñ@ acaba de nacer y todo es nuevo, y toda la gente que te rodea quiere dar su opinión.

lunes, 24 de octubre de 2011

21º Relato: Xiao me pidió mamar

Cuando nuestra hija llegó a nosotros era un bebé que hubiera podido perfectamente aparentar poco más de 1 año, 18 meses a lo sumo, tanto por su tamaño como por su desarrollo psicomotriz. Pero tenía 2 años y medio. La adoptamos en China. Se expresaba con sonidos carentes de sentido, incluso en chino, y gestos.
Pocos días después de llegar con ella estuvimos pasando el día en casa de unos tíos míos (tengo muchísimos tíos y los maternos son más hermanos que tíos) y nos juntamos mucha gente. Entre otros estaba otra sobrina que acababa de ser madre, con su flamante bebé de 2 meses.
Mi hija sintió mucha curiosidad por el bebé desde el primer momento pero lo que le dejó absolutamente fascinada fue verle mamar. No me dejaba separarme de aquella madre dando de mamar a su hijo. Me pareció muy curioso y nos hizo a todos mucha gracia, pero ahí quedó la anécdota, o eso creía.
Por la noche, ya en casa, cuando la iba a acostar, empezó a gesticular y a quererme decir algo, muy nerviosa y muy agitada. Movía las manos de abajo arriba, como queriendo levantarme la ropa y hacía unos extraños ruidos con la boca y decía "ma ma ma ma ma". Por un instante me pasó por la mente que quería mamar y me levanté la camiseta y le ofrecí el pecho. Y cuál fue mi sorpresa cuando se aferró a mí y se puso a mamar con una paz que me dejó perpleja. QUERÍA MAMAR.
La verdad es que es un regalo que me hizo mi hija, una experiencia que no había ni soñado y que me gustó infinito. Desde ese día todas las noches me pedía "teta" y se pasaba un rato abrazada a mí, chupando, mirándome a los ojos y sintiéndonos.... también lo pedía cuando estaba muy nerviosa, o muy cansada, o simplemente me necesitaba. Como muchas veces, me sorprendió la capacidad de asimilar y relacionar lo que ve. Vio a un niño comer de su madre e inmediatamente se puso en su lugar y quiso lo mismo de la suya.
Aún hoy lo hace y tiene ya cinco años. Me pide teta, tira de la camiseta y se engancha. La tengo que controlar, porque muchas veces me lo hace en la calle, en el parque o en una terraza... y no está el mundo para semejante espectáculo... prefiero nuestra cálida intimidad.
Una de las cosas que me daba pena perderme era esa, dar de mamar a un hijo. Es una de esas imágenes que de alguna forma había idealizado y hubiera deseado. Había leído sobre lactancia en adopción, cuando los niños asignados son muy pequeños y después de un tratamiento por parte de la madre, pero me parecía muy complicado y muy forzado, amén de que nos asignaron una niña bastante mayor para eso.
Y mira por donde mi hija me lo regaló espontáneamente, de esa forma que tiene ella de hacer las cosas cuando las tiene claras, con una seguridad y una contundencia que te deja pasmado.
Y más de dos después de aquello seguimos disfrutando de esos minutos de relajo e intimidad que adoro y que nos unen de una manera muy especial.

20º Relato: Es más que alimento

Aprovecho esta entrada para reivindicar la lactancia materna, el derecho del niño a ser amamantado y de la madre a amamantar, a demanda, en cualquier lugar, sin miradas ni comentarios de desaprobación y hasta que el niño lo desee, a que reciban el apoyo necesario en los hospitales, a que no se interfiera en ella...



Nuestra experiencia con esto ha sido complicada... Estabamos muy informados sobre este tema antes del parto y estabamos decididos a darle teta a nuestro pequeñín. Ibamos a tener un parto en casa y todo iba a ser mucho más fácil, pero finalmente el peque nació en La Paz, con una cardiopatía, en un parto medicalizado, fuimos separados nada más nacer, tuvo que vivir tres semanas en una cuna de un box de la unidad de neonatología junto con otros 5 niños y padres, y yo en pleno posparto y con la episiotomía viviendo en una silla junto a la cuna y durmiendo en casa por las noches, aguantar consejos y no consejos sobre lo que debíamos hacer y no hacer, aguantar ver cómo le daban biberones hasta que a mí me subió la leche, aguantar juicios sobre los peligros de tener al niño en brazos (allí no parecían entender que el contacto con el bebé a mí me ayudaba con la subida de la leche, entre otras cosas), pelear con el sacaleches en casa llorando echandole de menos, aguantar el dolor del sacaleches en los primeros días, tragarme la sensación de ridículo por ir con una jeringuita diminuta con el poco calostro que salía para darsela, pedir un traslado a una habitación en el hospital para poder estar juntos mientras esperabamos la operación, enfrentarnos a la lactancia ya solos, sin gente incordiando pero llenos de cables y en un sillón horrible hasta el mes y medio, vivir el disgusto de la operación y tres semanas más en la uci viendonos dos veces al día y el resto del día en casa con el sacaleches, deshaciendo dolorosas bolas en las tetas producidas con el sacaleches gracias a unas buenas amigas que me dejaron a sus pequeñines varios días cuando ya no podía más (no tengo palabras para agradeceroslo, Marta, y Cielo), y vuelta a vivir al hospital a la planta despues del posoperatorio otra vez llenos de cables de vías y drenajes en una habitación compartida, sin poder ponernos más que en una postura en el sillón o de pie, y continuando con la vida en un lugar público expuestos a todo tipo de comentarios y supuestas ayudas que no hubieran hecho sino echar por tierra nuestra lactancia ("no comió bien? quieres un biberón?").



Pues bueno, tras casi tres meses de ingreso, hoy mi chiquitín tiene ya 5, y estamos en casa felices y disfrutando de nuestra lactancia, que nos ha costado pero que no cambiaríamos por nada. Porque nos mantiene unidos. Definitivamente la leche materna es más que la leche, es más que su comida, es nuestro momento, nuestro rato juntos, nuestras miradas, nuestra salud, nuestro orgullo. Y que nos dure. Lo que nos dure. Hasta que él quiera. Me hace feliz ofrecerselo, me siento bien, me siento orgullosa de haberlo sacado adelante.

Y no quiero dejar de animar a todas las que quieran hacerlo. Porque pueden. Podemos. Y nuestros niños se lo merecen.



Ha hecho falta mucha determinación, muchas ganas, mucha información (de la buena), y mucha ayuda. Gracias otra vez Marta y Cielo, gracias Ana D. por venir al hospital a verme sin conocerme, gracias Maricruz (fue un lujo conocerte), gracias Susana Ares, gracias Anabel, Virginia y Marina, gracias chicas de EPEN, gracias chicas del foro de ceutilacta, gracias Icíar por aquel masaje, gracias Mamá, Ana, Mariluz y Manuel, y gracias Javi por apoyarnos y protegernos. Hay un poquito de todos vosotros en esto...

sábado, 22 de octubre de 2011

19º Relato: El mejor de los regalos

Hace ya tiempo que me apetecía contar mi experiencia con la lactancia en el blog. Es cierto que en varias ocasiones he hablado en general sobre la lactancia y que en agosto, cuando se celebró la Semana Mundial de la Lactancia Materna en muchos otros países del mundo, compartí con vosotr@s las emociones que generaba en mí el amamantar a mi Pequico, en el post Piel con piel. Pero me faltaba plasmar aquí cómo ha sido (y está siendo) nuestra historia de lactancia. Así que he pensado que, ya que del 1 al 8 de octubre se ha celebrado esta semana a nivel europeo, qué mejor ocasión para contaros cómo fueron nuestros inicios con ella.
Como ya conté aquí, mi parto fue inducido y finalmente acabó en cesárea. Y si bien cuando, tras la larga espera en reanimación, pude por fin reencontrarme con mi pequeño, me sentí la mujer más dichosa del mundo; conforme fueron pasando las horas, la sombra de la duda comenzó a planear amenazante sobre mí, empezaron a acudir a mi mente muchos porqués que no tenían respuesta y fui comprobando como la cicatriz que adornaba mi vientre había ahondado más allá de mi piel. Sin embargo, el poder dar de mamar a mi hijo fue para mí una experiencia sanadora, que me ayudó a encontrarme como madre, dentro de aquella mujer herida, agotada, dolorida e insegura que salió del quirófano. Por eso he titulado este relato como El mejor de los regalos, no ya porque considere que la lactancia materna es el alimento más idóneo para un bebé o porque quiera destacar sus, de sobra conocidos, beneficios para él; sino porque para mí, el amamantar a mi pequeño, fue un auténtico regalo, el que me sanó de mis heridas, el que me devolvió todo aquello que sentía que me habían arrebatado en mi parto.
Desde que me quedé embarazada y antes de conocer las virtudes de la lactancia materna, tenía claro que quería amamantar a mi bebé. Siempre que había visto a una madre amamantando a su hijo, me había parecido una estampa idílica y maravillosa, un acto de amor. Por aquel entonces no conocía el término “lactancia materna prolongada” ni me planteaba cuánto tiempo daría de mamar, pero esperaba con todas mis fuerzas poder hacerlo, con las mismas que también hubiera deseado poder dar a luz a mi pequeño. De hecho cuándo alguien me preguntaba si pensaba dar el pecho o biberón, me sorprendía la pregunta; “el pecho”-respondía, qué si no; aunque empezó a hacer mella la inseguridad, o tal vez la supersticiosa que llevo dentro, y pronto añadí la coletilla “si puedo, claro“. Y también recuerdo, a pesar de que me decían que no servía para nada, con qué ilusión me aplicaba una conocida crema en los pezones, durante todo el embarazo, con la esperanza de evitar la aparición de las tan temidas grietas…
Sin embargo, como ocurre después de tantas cesáreas, el inicio no fue del todo sencillo y se fueron cruzando diversas circunstancias que perfectamente podían haber hecho fracasar nuestra lactancia. Espero de corazón, que mi experiencia pueda ayudar a otras madres que pasen por una situación parecida. La primera dificultad con la que nos encontramos fueron esas terribles y eternas horas que transcurrieron hasta que pude tener a Pequico entre mis brazos para ofrecerle mi pecho, y que yo sabía que eran fundamentales para establecer con éxito la lactancia. Recuerdo también lo complicado que resultó encontrar una posición en la que poder amamantarlo. Sólo alguien que haya pasado por ello sabe lo difícil y doloroso que es encontrar “la postura” en esa camilla incómoda, con el dolor de los puntos que apenas te dejan moverte. A pesar de que no tuvimos ninguna ayuda por parte del personal sanitario, entre mi marido y mi madre, consiguieron colocar de forma satisfactoria a Pequico en mi regazo y él hizo el resto. Fue increíble ver cómo aquel cuerpo tan diminuto y que apenas se movía, se agarró con tanta rapidez e intensidad a mi pecho y empezó a mamar con avidez, como si llevara haciéndolo toda la vida.
Yo sentía una mezcla de placer y de dolor. Me hacía muy feliz volver a sentirnos uno solo, pero es cierto que cuando mamaba, los entuertos eran más fuertes y los puntos de la cesárea me dolían a rabiar, había veces que veía las estrellas. Por suerte, Pequico nos salió avispado y debió engancharse de forma óptima, porque no tuve que vérmelas con ninguna grieta, aunque sí que había ratos, cuando las tomas eran muy seguidas, en los que me notaba la zona más sensible y un poco irritada.
Como yo había estado hipoglucémica durante gran parte del parto también le controlaban a él la glucemia, y al salirle un poco baja, nos instaron a darle un dedín de biberón para que le subiera. Después, mi pequeño volvió a engancharse tan ricamente a su teta, pero yo empecé a llenarme de miedos: ¿y si tardaba demasiado en subirme la leche? ¿y si tenía que darle algún biberón más? ¿y si eso era el fin de nuestra lactancia? Los días siguientes mi preocupación fue a más, todo el mundo parecía extrañarse de que aún no me hubiera subido la leche (cuando lo normal después de una cesárea es que tarde un poco más, en lugar de dos a tres días, de cuatro a cinco) y Pequico parecía perder peso a una velocidad mayor de la normal. Yo soltaba charlas sobre que todo era normal, que el calostro era muy concentrado y nutritivo, que el biberón podía dar al traste con todo, pero en mi fuero interno cada vez me asaltaban más temores. Sólo de pensar en que no pudiese dar de mamar a mi hijo, se me venía el mundo abajo. Si finalmente hubiera sido así, supongo que me habría adaptado y lo habría superado, pero en aquellos momentos, sensible, con una anemia galopante, las hormonas revolucionadas, las mil y una dudas que me acechaban, sentía como se acrecentaba mi sentimiento de culpa y la seguridad en mí misma comenzaba a fallarme. Por eso, cuando el pediatra me dijo que Pequico había perdido más del 10% de peso, que se consideraba normal, y que tenía que suplementar cada dos tomas con dos dedos de un biberón, he de confesar que lo viví como una tragedia. De hecho, tuvo que dárselo su papá, porque yo probé pero me sentí incapaz; tenía que hacer grandes esfuerzos para no llorar cuando lo veía devorar el bibe y escuchaba, “pobrecillo, estaba muertecico de hambre, mira como se lo toma“. Aquellas palabras, que eran dichas sin ninguna mala intención, se me clavaban como puñales afilados en el corazón y me hacían perder la confianza.
Sin embargo, algo quedaba dentro de mí, de la Mousikh de antes del parto. Aquella noche cogí el sacaleches y, el rato que mi pequeño no estaba enganchado a mis pechos, era yo la que no paraba de intentar extraerme leche, con la débil convicción de que antes o después vería manar el preciado líquido; y el comprobar que, efectivamente, comenzaban a salir las primeras gotas, me hizo recuperar la fe y la confianza en mi cuerpo. Al día siguiente, recibimos la buena noticia de que Pequico había aumentado por fin de peso y esa misma tarde yo noté como algo estaba cambiando en mi cuerpo, y por fin, al anochecer tuve la esperada bajada de la leche. El pediatra, aunque en las indicaciones escritas me recomendaban seguir con la lactancia mixta, me dijo que podía continuar sólo con el pecho, y recuerdo la satisfacción que sentí cuando pasaron por la habitación preguntando si necesitábamos algún biberón y yo exclamé un rotundo “no”. También me sorprendió tristemente el comprobar cómo los biberones de ayuda, eran reclamados en tantas otras habitaciones. Como anécdota contaré que el pediatra siempre afirmaba que yo era su paciente favorita, por las ganas que mostraba de poder amamantar a mi hijo (“amamantar es un arte“, me decía); aunque yo solía bromear con mi hermana conque la auténtica razón era, que siempre que me visitaba, me encontraba con la teta fuera.
Lo importante es que la naturaleza se impuso y siguió su curso, permitiéndome el inmenso regalo de poder alimentar a mi hijo con mi cuerpo. Una vez en casa, todo no fue color de rosa pero gracias al apoyo incondicional de mi marido, y a la inestimable ayuda de mi familia, que permitió dedicarme por entero a mi pequeño, pudimos superar las pequeñas dificultades que fueron surgiendo y disfrutar de una lactancia que dura hasta ahora (aunque eso forma parte de otra historia…) Por eso siempre digo, que el éxito de nuestra lactancia es que en casa somos y un equipo formidable.
Sé que muchas veces estos post en defensa de la lactancia, no están exentos de polémica y que son sentidos por algunas mamis que dan biberón, como un cierto menosprecio hacia su papel de madres. Por eso no quiero acabar esta entrada sin aclarar que en mi ánimo no está nunca el menosvalorar o herir la sensibilidad de nadie; si hablo con tanta pasión y vehemencia de la lactancia materna es porque así lo siento y lo vivo cada día. Comprendo perfectamente las dificultades que surgen en los inicios y me siento una gran afortunada de que en nuestro caso, pudiéramos superarlas, también respeto que haya personas que piensen de manera diferente a mí. Pero no puedo desaprovechar esta oportunidad de animaros a todas las futuras mamás que me estéis leyendo a que amamantéis a vuestros hijos: las que por una u otra razón piensen que la mejor opción para ellas es el biberón, por favor que se lo replanteen, que lo intenten, da igual por el tiempo que sea, que no se pierdan esta experiencia porque es única; aquellas que ya lo intentaron y no pudieron, que no cierren la puerta, cada embarazo, cada parto, cada hijo es diferente, nosotras somos diferentes, merece la pena volver a intentarlo, sin condicionarnos, sin presión, sin miedo; y a las que aún no sois madres, no dudéis en asesoraros, buscar ayuda si es necesario y sobre todo no olvidéis que nuestros cuerpos están preparados, “diseñados” para amamantar, confiad en ellos… Quizá algún día sintáis como yo, que al hacerlo, habéis recibido el mejor de los regalos…

jueves, 20 de octubre de 2011

18º Relato: Simplemente Alimentando

Nunca dudé de que quería dar el pecho… no entraba en mi cabeza otra posibilidad… cuando estaba embarazada de mi primera hija, la gente, la matrona, etc, me preguntaban si tenía intención de dar el pecho… ¿es que hay otra posibilidad? Sí, el biberón, claro, pero pensaba que la gente daba el biberón cuando no podía dar el pecho, no que hubiera quien lo eligiera desde el principio… yo desde luego quería intentarlo.
Además, mi madre me había transmitido su enorme pena por no haberme podido dar el pecho a mí, mientras que a mis 5 hermanos sí que había podido hacerlo… así que yo lo tenía clarísimo. Fui a una reunión de la Liga de la Leche durante el embarazo, y aunque no me enseñaron gran cosa (pensé que iba a recibir una clase magistral de posturas o algo así) de ahí saqué la conclusión de que convenía estar muy bien informada de cara al parto y a los primeros días, para que no hubiera interferencias debidas a profesionales mal formados. También en esa reunión oí hablar de un tal Carlos González y de su libro, el cual compré a los pocos días y del que leí bastante antes del parto.
Tras un parto bastante bueno (también por la información que tenía, y que es poder) la lactancia también se estableció bien. Emma se agarró sin problemas y aunque no chupaba muy activamente –se quedaba dormida- iba bien de peso y nos fuimos para casa. Cuando subió la leche, a los 3 días o así, fue una sensación terrible… la niña no mamaba –ni mucho menos- toda la leche que había ahí dentro, y yo pensaba que aquello se iba a quedar de por vida a esos niveles de cantidad de leche (incluidos los dolores de pecho, los calores, etc), y compré el sacaleches corriendo porque… ¡aquello había que vaciarlo! Menos mal que esa sensación duró poco y en seguida la cosa se normalizó, la niña mamaba lo que necesitaba, a cualquier hora y los pechos bajaron de nivel…
Respecto al pediatra, considero que tuve mucha suerte. Según entramos por la puerta en la primera consulta pediátrica de mi vida, dijo: “a ver esta niña… vamos a darle el pecho hasta los 2 años!!” …esa frase, que estoy segura de que a otras madres les habrá hecho temblar y llamar de todo al pobre pediatra, a mí me sonó a campanillas celestiales y se me quedó grabada a fuego… le tenía de mi lado, no iba a tener que luchar… así que cuando alguna vez alguien me ha dicho algo de si la niña ya estaba muy mayor para seguir tomando teta, le decía… ¡me lo ha dicho mi pediatra! ¡y era cierto!
No tuve mayor problema en los 19 meses en los que dí el pecho a Emma. Solamente una ampolla blanca de leche (es como una ampollita blanca en el pezón, como si se quedara obstruida, duele a rabiar) que yo misma me exploté con una aguja esterilizada y no volvió a salir. La nena se destetó ella solita una noche que en vez de señalar su sofá de tomar la teta (donde se dormía y yo luego le pasaba a la cuna), señaló la cuna, la metimos y se durmió, y así el resto de noches. Puede que influyera el que yo ya estaba embarazada de 4-5 meses de su hermana… dicen que cambia el sabor de la leche… no sé.
Con la segunda, Celia, todo ha ido también muy bien: lactancia a demanda, incorporación de los alimentos a partir de los 6 meses (hay que decir que las dos comen fenomenal, ellas solas y a trozos desde bien prontito) y poco más… hasta que cumplió los 2 años se dormía con la teta en su sofá. Cuando la pasamos a su camita “de mayores” y desapareció el sofá de la teta de la habitación se quedó un poco decepcionada… pero ahora toma un poquito antes de dormirse, desde la cama (en una postura un tanto incómoda para ambas, lo reconozco) y después la suelta sola y se duerme ya sin teta.
Mis razones para dar el pecho a demanda y durante largo tiempo son que me parece comodísimo por el hecho de poder dar en cualquier parte cuando la niña tiene hambre, sin necesitar mucho más que una silla y a veces ni eso. Por no levantarme por las noches. Por haberme ahorrado un dineral en leches de fórmula y biberones, esterilizadores, etc. No me convence demasiado el argumento de que tienen mayor inmunidad ante enfermedades aunque me creo que sea así porque hay estudios que lo certifican, pero vaya, que en la práctica se cogen sus constipados, bronquilitis y sus pequeñas enfermedades. Nunca sabré cómo hubiera sido de no haberles dado el pecho… la pequeña se constipaba más a menudo porque la mayor traía los virusitos de la guardería, pero eso sí, cuando han sido un poco mayores la teta era el mayor consuelo ante caídas, golpes, heridas… y también ha sido su único alimento cuando han estado malitas y no querían comer otras cosas (y los niños que no toman el pecho, en esas situaciones, se tiran a lo mejor 3 días sin probar bocado o comen apenas un yogur).
Con ambas he practicado un semicolecho hasta que pasaron a su habitación a los 8-9 meses (cuando ya no cabían en el moisés)… dormían en nuestra habitación, en su moisés, pero cuando pedían teta pasaban a la cama, les daba tumbada y muchas veces nos dormíamos las dos y en la cama se quedaban. Si me despertaba y me veía con ganas, las pasaba al moisés, o bien las dejaba ahí toda la noche. Había noches que los pasaban enteras en la cama y noches que apenas se despertaban y estaban en su cunita. Con las dos se ha dado más o menos igual. Y con las dos he disfrutado de darles el pecho en cualquier parte… no me gusta enseñar las tetas pero se puede dar el pecho sin enseñar apenas… mi truco era llevar una camiseta interior de tirantes elásticos -en Zara suele haberlas- y encima lo que fuera, camiseta o camisa, algo ancho, de forma que levantaba por abajo la camiseta de fuera, y sacaba el pecho bajándo la camiseta interior. El bebé mama por abajo y queda tapado el pecho con la camisa de fuera. Eso sí, imposible llevar vestidos.
En resumen… me parece fundamental llegar informada al parto, por todo lo que puede conllevar en cuanto a prácticas desaconsejadas, etc (para el parto… más info en www.elpartoesnuestro.es por ejemplo) como a los primeros días de lactancia por lo que he dicho más arriba de que no te “timen” abusando de la ignorancia de la madre y del no reciclaje formativo de las que nos atienden. Yo no he tenido ni una grieta, y apenas ningún problema con el pecho… pienso que tengo suerte pero a veces pienso que lo que he tenido es INFORMACIÓN y que tal vez por haber hecho las cosas bien he tenido menos papeletas para tener problemas (ojo que hay quien también hace todo bien pero le salen grietas por un frenillo corto, por ejemplo). Cosas fundamentales: saber que hay que poner al bebé a demanda; que sí, que pide cada hora y a veces cada menos… y es así, eso es a demanda, pero eso no dura toda la vida, ni siquiera muchos meses; que al principio parece que no saca nada pero simplemente está aprendiendo a mamar y algo sí saca; que cuando sube la leche parece que aquello se desborda pero luego se regula (si damos a demanda); que no todos los niños son iguales y no hay que compararle con el de la vecina ni con otro; que si no te gusta tu médico, tu pediatra, tu matrona, y puedes, busques otro que te guste más; que llega un momento en que duermen solos y sin teta; que si tienes dudas llames sin dudar a alguna monitora de lactancia o –si la duda puede esperar- acudas a un grupo de lactancia; que te leas el libro de Carlos González (Un regalo para toda la vida) que viene todo bastante bien explicado y encima te lo pasas bien porque el hombre le echa mucho humor al escribir; que respetes siempre a los que no piensan como tú y si no encuentras ese respeto en los demás, no te hagas mala sangre ni intentes explicárselo que no lo van a entender, haz oídos sordos y punto; y que si te fríen a consejos no pedidos, pasa de ellos (incluyendo estos que estoy dando yo, que ya van demasiados ;-) y están dejando de ser cosas fundamentales de la lactancia. Terminando, que disfrutes de dar el pecho o lo veas simplemente como una inversión en dinero, comodidad y amor.

Silvia, Emma y Celia

17º Relato: Teta "Viajera"

Museo del Jamón, metida en los servicios de un supermercado, en un banco, en el Inem, Parque de las Dalias, Plaza de Santo Domingo, en el bar de la morcilla, en clase de masaje de bebés, en Cibeles, en los columpios de la Plaza de Felipe II, en las butacas de un cine, en la Plaza de Callao, en los servicios de El Corte Inglés, en Tráfico, en la Plaza Vázquez de Mella, en el Parque de Madrid Río, en una iglesia, en el bar del centro comercial de Tirso de Molina, en Ikea, en el centro de Línea Madrid, en el Vips, en la taquilla, frente a un jardín impresionista en una exposición, Tabakalera, en el andén del metro, en el Parque de Puerta de Toledo, Delegación de Hacienda, Casa de Campo, en el Cañas y Tapas, en el Retiro, en la Oficina de Turismo de la Plaza Mayor, en una feria de autocaravanas, frente a la iglesia de la Paloma, CentroCentro, el nuevo Centro Cultural en el Palacio de Cibeles, en un banco de Callao, en el Palazzo de Gran Vía, frente a las ermitas que pintó Goya. Este es parte del viaje que Romeo ha realizado desde que nació hasta ahora que tiene un año y veintitrés días de teta en teta, bueno más bien de tetada en tetada porque la teta siempre era la misma, la mía, claro. Dar de mamar a Romeo ha sido todo un descubrimiento dentro del descubrimiento que es la maternidad. Yo que dudaba si iba a tener leche suficiente, que mi madre me repetía que ojalá no te salgan grietas como a mí... y yo que lo temía por aquello de la predisposición genética. Como voy contando por ahí cuando surge el tema, pasada la primera semana que es horrible porque te duele, por el enganche, porque se te ponen las tetas hinchadísimas de toda la leche que se queda dentro sin salir... Como digo, pasada la primera semana para mi fue muy fácil y muy placentero. Mi hijo pegadito a mí, yo con mi hijo. Verle cómo iba creciendo gracias al alimento de mi cuerpo. Aparte de todas las experiencias variopintas que he vivido con Romeo mamando aquí y allí, las perspectivas imaginadas desde la teta, las miradas de la gente, los paisajes con Romeo como protagonista... Pero lo mejor, las siestas con Romeo mamando, un placer. Encima mío, pegadito, pegadito, que se despierta hasta sudando leche... Un placer, ya digo.

martes, 18 de octubre de 2011

16º Relato: 15 meses lactando

Yo de siempre he tenido muy claro que quería dar pecho a mi hijo. Quizá porque mi madre siempre me dijo que para ella fue muy gratificante. O quizá porque ella tuvo un cáncer de mama... y todos sabemos los beneficios de la lactancia materna, tanto para el niño, como para la madre.

El caso es que mi niño nació tras un parto nada respetado y una cesárea. Pero bueno, aun así, mi chiquitín se enganchó desde el principio sin muchos problemas, mi sensación al tener a mi hijo entre mis brazos enganchado al pecho fue increíble y mucho mejor cuando dos días después me subió la leche y mi niño no quería despegarse de mí, ¿qué salía de mi pecho?, ¡que sensación!

En fin, todo iba bien hasta que en el hospital una enfermera me aconsejó ponerme pezonera en el lado derecho, ya que tenía dificultades para que se enganchara de ese lado. El caso, es que pasados los días y ya en casa, la pezonera me hizo una grieta que conseguí curar tras dejar de usar las pezoneras. Pero aun así, yo veía las estrellas cada vez que le daba el pecho de ese lado. Mi convencimiento a cerca de la lactancia hizo que no desistiera. Fue a mi "ginesauro" y le conté lo que me ocurría y que veía una pompita blanca en el pezón después de darle de mamar, no me hizo ni caso, me dijo que me dolía porque era así, me tenía que doler!!!

Menos mal que del lado izquierdo no tenía ningún dolor y esto me hacía pensar que lo que decía mi ginecólogo no tenía ningún sentido. Finalmente llame a la Liga de la Leche y me dijeron que podía ser una perla de leche, que la solución en pincharla con un alfiler previamente desinfectado.... ¡horror!. En fin, en mi desesperación lo hice, no fue nada doloroso y el caso es que en unos días el pezón me dejo de doler y nunca más volví a tener dolor.

El resto fue todo sobre ruedas, incluso cuando comencé a trabajar, me las ingenie para poder sacarme leche por las mañanas y que en mi ausencia tomara mi leche. Por las mañanas en el trabajo en la hora del desayuno me sacaba la leche y al día siguiente llevaba esa leche a la guardería. A la hora de la comida le daban un puré, y después por las tardes, noche y antes de irme a trabajar ya tenía a su mami a demanda...

La pena es que mi enano decidió destetarse él solito a los 15 meses, yo al principio insistía, pero al final pensé que si él lo quería así era mejor respetarlo y encontrar otros momentos de complicidad. Ahora todas las tardes jugamos en el suelo y nos subimos uno encima del otro entre mil risas, no es lo mismo pero los dos lo disfrutamos mucho.

15º Relato: Tetas e Instinto

Mi lactancia comenzó por revancha. Estaba tan triste y desilusionada por el nacimiento que le di a mi hija que me propuse no fallarle en la lactancia.
Durante mi embarazo preparé más mi parto que mi lactancia. Pensé que lo segundo sería coser y cantar y casi no le di importancia. Fácil fue, pero tienes que estar muy segura para que los elementos externos no te afecten. Porque a esos "elementos" no le vale con no poder numerar un percentil por sobrepasar el 97. No le vale una lactancia de 17 meses -tiempo muy superior a las lactancias acumuladas a lo largo de 3 vidas de mucha gente-
Cierto es que no tuve la misma preparación, pero sí tenía una fuerte determinación. No había un plan B. No había lugar para el fracaso. En esto no.
Desde que me trajeron a mi niña - unas horas después de nacer- mi pecho fue su nuevo hogar. Y ella lo puso muy fácil, esperando a llegar a él antes de caer en su primer sueño. Opté por no dejarla en la cuna... la desnudé y me desnudé y volvimos a ser uno y así pasamos las siguientes horas... se despertaba y tenía su teta con un pequeño giro de cabeza. Yo no pude dormir. Solo la observaba.
Llegaron las visitas y Celia seguía encima de mí. Ambas vestidas ya. Pero su apetito era bueno y yo deseaba ponérmela al pecho. Recuerdo mi pudor a dar teta delante de la gente y mi marido se dedicaba a echarlos cada dos por tres.
Ésa misma noche, notaba cierta quemazón en el pecho. Por la mañana dolía más. Ella no se enganchaba bien. Su labio de abajo no se doblaba hacia fuera. Cuando corregía su posición aunque duraba muy poco de forma correcta, notaba alivio casi instantáneo, alivio breve pero que me enseñaba el camino correcto.
Parece ser que la leche me subió a los 2 días, subida que no noté en absoluto. La enfermera me preguntó si me había subido y yo le dije que no lo sabía. Apretó mi pezón y me lo confirmó -¡menudo chorro!-. Jamás noté esa congestión en el pecho ni fiebre ni nada. Eso sí, no podía estar mucho tiempo separada de ella pues mi pecho se resentía. Y si mi cuerpo así lo pedía, tendría que hacer el maravilloso sacrificio de llevarla siempre encima.
Debido a ese mal enganche, mis pezones, que si bien no llegaron a agrietarse, se resentían cada vez más. Convirtió el comienzo de la tetada en algo poco agradable. Me sorprendí retirándome instintivamente a la par que ella se acercaba a mi pecho. Dolía mucho. Mi propia leche restregada no tenía el efecto deseado y recurrí a la lanolina.
Llegué a desesperarme y a pensar en retirarme, pero observar su cabeza aún deformada por la ventosa me inyectaba de moral.
Y continuamos unidas por nuestro nuevo cordón umbilical.
Yo aún no lo sabía, pero estaba llevando a cabo eso del "establecimiento de la lactancia". No sabía nombrarlo, pero sentía que debía ser así.
A las tres semanas ella mamaba perfectamente y mis pezones dejaron de doler.

Alrededor de los dos meses, hubo un hecho extraño para mí entonces. Celia no paraba de mamar. Estuvo todo el día a la teta. Dormía poco y se despertaba hambrienta. Durante varias horas espaciaba el comienzo de una toma con el final de otra tan solo 30 minutos. No pude quitarme el pijama en todo el día. El tiempo de descanso lo empleaba en dormir, cambiarla y pedir comida a domicilio... Podría haber pedido ayuda, pero algo me decía que estábamos mejor así.
Posteriormente me enteré de que ese día raro tenía un nombre: Crisis de Crecimiento.
Tras esa hubo varias más, pero me las tomé con tranquilidad pues sabía que no eran eternas.
Pasados los dos meses comenzó a volverse intranquila y quejicosa por la tarde-noche. ¿Gases? ¿cólicos? ¿crisis de crecimiento? fuere lo que fuere solo le calmaba mi teta... siempre la llevaba en la bandolera, siempre pegada a mí y mi teta al aire. Me sentía tan feliz pese a su llanto. Poco más podía hacer por ella que darle mi amor y mi leche. Y así sobrevivimos a 5 meses de llantos nocturnos sin identificar, curados única y exclusivamente por mi teta y el tiempo.
He de confesar que tuve varias noches desesperantes, pero mi marido me ha ayudado mucho a recordar la leona que llevaba dentro.
Después de todo, no fueron 6 meses de lactancia, están siendo 17 meses. Y lo que nos queda. Ahora comenzaré a informarme sobre la lactancia en tándem, por si las moscas...
Durante este tiempo, pese a que mi hija ha tenido el peso muy por encima de la media, he tenido que soportar muchos comentarios acerca del “hambre” que pasaba mi niña. Ella me lo puso fácil, era comilona, engordaba bien. No me dio opción a pensar que algo podía ir mal. Pero tengo casos muy cercanos de abandono de lactancia porque su bebé no llegaba los valores “normales” en la gráfica – sí, esa gráfica que vale tanto para bebés alimentados con leche de fórmula como por los alimentados con leche materna-. Esa “ayudita” hirió de muerte a la teta. No se tuvo en cuenta más factores.
Además Celia también me puso fácil el hecho de no aceptar bien el biberón –con mi leche, por supuesto- , puede que porque intentamos darle el primero a partir del segundo mes…
Sentir su boca bebiendo vida, sus manos que acarician mi pecho paralizándome el corazón y sus ojos mirándome directamente al alma, es la sensación más maravillosa que jamás he podido imaginar.
Me hubiese gustado estar más informada para entender mejor y aceptar ciertas cosas, pero pienso que la mejor formación para la lactancia es la que viene de serie. Tus tetas y tu instinto.

CLC

domingo, 16 de octubre de 2011

14º Relato: Efectos Colaterales

Desde que supe que estaba embarazada hasta ahora mismo, que mi hijo ya tiene 18 meses, he sufrido una gran transformación, y puedo asegurar que la lactancia ha tenido mucho que ver en mi “mutación positiva”.

Dar el pecho es ahora tan placentero y fácil que casi tengo olvidados los difíciles momentos del comienzo: dolor por las posturas inadecuadas, heridas en los pezones, grietas, mastitis, síndrome de Raynaud...¿Y por qué no abandoné? Pues gracias al apoyo de otras mamás que también daban el pecho, a mi pareja que me entendió y valoró mis esfuerzos y a la asociación Alba Lactancia que me ayudo telefónicamente cuando nadie me podía explicar porqué me dolía tanto el pecho después de dar de mamar.

Nunca creí que estaría dando el pecho hasta los 18 meses ,que es lo que tiene mi hijo ahora, con lo pudorosa que he sido siempre. Pensaba que no sería capaz de dar el pecho en público, y aunque siempre llevo un pañuelo, y me busco un rinconcito escondido para tener intimidad, lo hago!! Y me encanta estar disponible para él, para darle alimento, sostén emocional o para aliviar el dolor de una caída.

Gracias a la lactancia no he vivido ni una sola noche de insomnio, puesto que se ha sincronizado con mis ritmos de sueño desde que nació al dormir conmigo. No me vuelvo neurótica por el temor a que no esté bien alimentado cuando no se come todo, porque sé que mi leche complementa su dieta.

Dar el pecho es una decisión personal, y yo me alegro de haber apostado por esta vía, puesto que como efecto colateral he conocido a una “segunda familia” o tribu, que son las otras familias que comparten mi visión de una crianza natural. Juntarnos a menudo con ellos me ha enriquecido personalmente y son un gran sostén para “mi pequeña manada”: mi marido, mi hijo y yo.

13º Relato: Lactancia y diabetes

Tras siete años de espera y tras varios tratamientos, nuestro sueño se cumplió hace veinte meses con la llegada de Yoel.
Nuestro embarazo fue un poco un poco complicado y el parto muy traumático para ambos, pero nuestra lactancia está siendo un regalo para los tres.
Empezamos no muy bien, “gracias a la inestimable ayuda” de una enfermera que se propuso a toda costa darle una “ayuda” a Yoel porque perdía peso. Yo me sentí muy desvalida, con las hormonas revueltas, con una tristeza postparto brutal y con una complicación extra debido a mi diabetes.
A los cinco días de tener a Yoel y tras controlar un poco el azúcar, fuimos a nuestra primera charla de Parlacta. Empecé a escuchar a las demás mamás, a Tatiana y sobre todo a su hermana Laura con su bebe prematuro envuelto en un fular. Fue Laura la que me miró con infinita ternura y aguantó mis lágrimas primeras. Y fue gracias a las charlas de Parlacta, a leer mucho a Carlos González, a la inestimable ayuda de mi pareja y a la infinita comprensión de Yoel, que nuestra lactancia a día de hoy sigue tan activa.
Con la diabetes tengo muchos problemas, sobre todo por las hipoglucemias, porque Yoel mama muchísimo aun, pero reajusto insulina, como mas y ¡ale! a seguir.
Al igual que muchos en esta andadura, tenemos que aguantar comentarios varios, pero es que la ignorancia es tan atrevida…
Vamos superando poco a poco todo y la experiencia de la lactancia es tan placentera que seguiremos disfrutándola mientras podamos.
Gracias a B y B por su ayuda en este camino.

Raúl, Pilar y Yoel.

viernes, 14 de octubre de 2011

12º Relato: Confianza y voluntad

Me llamo Natalia, tengo 29 años y un bebé de 7 meses. Nació en un parto provocado, de 34+5 y pesó 2,575… No se lo llevaron a neonatos, hice de incubadora (nos pusieron pegaditos en la cama súper abrigaditos, no fue piel con piel pero fue maravilloso) Me perdí la clase de lactancia del curso de preparación al parto, pues me tocaba la semana siguiente al parto, y todo lo que me decían en el hospital lo hacía. Desde que nació estaba todo el rato preguntando si ya le podía dar el pecho pues había leído en algún lado que era muy importante empezar cuanto antes pero me decían que esperara y de pronto una enfermera vino y me dijo que cómo no me lo había puesto aún! El caso es que me ayudó pero no se cogía bien, se quedaba dormido...Me decían “le tienes que pellizcar, cógete el pecho con los dedos como una pinza, dale 15 minutos de uno, 15 minutos de otro y luego le das este biberón” Como era tan pequeñín me dijeron que no podía estar más de 4 horas sin comer, así que si me ponía a las 3 horas a intentar darle el pecho y me tiraba 45 minutos intentándolo me ponía súper nerviosa y le daba el biberón (que tomaba más bien poco). Yo estaba frustrada, mareada con tanto consejo, cada una me decía una cosa (hasta me dieron pezoneras) pero nadie se sentó tranquila y con paciencia a ayudarnos y le veía tan pequeño! Tan frágil! Nos fuimos del hospital con 2.410 y la premisa de volver a los 4 días. En casa todo fue igual, vino una enfermera del programa materno infantil de Sanitas y cuando le conté cómo lo hacía me dijo que lo hacía mal…que el niño no se podía tirar 1 hora al pecho y que le tenía que pellizcar y despertar aunque llorara porque tenía que comer… Yo pensaba que si dormía es que tenía que dormir, y que gastaba más calorías llorando y pasando el mal rato que las que ingería! Me dijo que me lo pusiera 15 minutos, descansara 5 y me lo pusiera otra vez al mismo, y que me sacara 10 minutos de leche del otro pecho… Yo le pregunté ¿Y no será que es que no le cabe más? (Eduardo era una ratilla, teníais que haberle visto) y ella que no, y se empeñó en preparar un biberón para demostrarme que al niño sí le cabía más pero yo no sabía darle de comer… Eduardo no tomó apenas leche y acabó reconociendo que había niños que comían más que otros… (me gustaría que lo viera ahora).
Volvimos al hospital y no había ganado peso suficiente…la pediatra (una distinta a la que nos atendió cuando estuvimos ingresados) me preguntó cómo lo hacíamos y le conté mi batalla…Yo estaba fatal, con ganas de llorar continuamente, yo quería darle el pecho!! Y me dijo súper cariñosa que lo más importante era que me tranquilizara, me olvidara de horarios y que confiara en mí. Me dijo “no ha ganado todo el peso que debería, pero ha ganado que es lo importante y según me cuentas de biberón casi no toma así que vamos a probar solo con tu leche durante tres días y volvéis. Si ha ganado lo que yo considero prudente podéis empezar con la lactancia materna exclusiva pero si no gana peso tendremos que pautar un suplemento de biberón” Me dijo que en esos 3 días me centrara en darle el pecho y descansar, que me hicieran todo lo demás y que si podía me echara la siesta con él. Me recomendó que estuviera con el pecho desnudo y el bebé pegado a mi todo el tiempo del mundo…y que nada de visitas ni de nada…De su consulta pasamos a la consulta de lactancia y me dijeron lo mismo, me animaron mucho y me hablaron de las tomas no nutritivas, de olvidarme de horarios, de dejar que fuera en niño el que se separara del pecho… Por la tarde fui a la revisión con la matrona y le conté todo, lo que ella me dijera iba a ir a misa y me dijo que estaba totalmente de acuerdo con las indicaciones que me habían dado. Me miró el pecho, me dijo que me olvidara de las pezoneras y me hizo confiar más en mí. Pasé esos tres días tal y como me habían dicho salvo en lo de echarme las siestas con él pues mi madre me dijo que lo iba a aplastar y que no sé a quién se quedó dormido y apareció el bebé a los pies de la cama dentro de las sábanas que casi se asfixia… Juan Carlos se ocupaba de todo, me traía trocitos de chocolate blanco y agua cuando me sentaba a darle el pecho…Eduardo lloraba y yo hablaba con él entre lágrimas explicándole por qué no me ponía la pezonera ni le daba el biberón. Le dejaba dormir si se dormía y cuando se cogía al pecho me hacía tan feliz! Fueron un par de días malos, con tentaciones de volver a la pezonera o darle biberón porque no soportaba verle llorar y me daba mucho miedo que no estuviera alimentándose, tenía tanta inseguridad… no le veía si tragaba o no y me daba mucho miedo que se debilitara aún más… Le preguntaba a Juan Carlos “¿y si me pongo pezonera? Es que no se coge” pero me animaba y me daba fuerzas…y menos mal! Cuando volvimos al pediatra había engordado suficiente y nos felicitaron!! Conseguimos que se estableciera la lactancia! Eduardo empezó a coger fuerzas, y a mamar con más frecuencia…seguía estando al pecho mucho rato y las noches empezaron a ser una tortura china. Cuando a los 15 días de nacer el nene Juan Carlos volvió al trabajo, salía de la habitación para darle el pecho…me iba al salón o a la habitación de Eduardo (que no ha usado claro) y allí me tiraba con él una hora dando cabezadas, le cambiaba, le dormía y cuando lo dejaba otra vez en su cuco y me acostaba, tenía que levantarme otra vez. Recuerdo que salimos una mañana y nos encontramos una amiga que dejó la lactancia por una mastitis por recomendación de la pediatra y me estuvo hablando maravillas de dar el biberón, que así tú puedes descansar…la veía tan mona, con su vinito y su cigarrito (soy exfumadora) y yo quería lo mismo! Le estuve dando muchas vueltas y creo que me frenó que Juan Carlos no me dijera desde el principio “vale, si no pasa nada, dale biberón” y que me sentía fatal solo de planteármelo… Por un lado lo deseaba, por otro sentía que no podía hacerle eso a Eduardo. Juan Carlos me dijo que le diera el pecho en nuestra cama, que él cogería al peque, me lo daba y se volvía a dormir y que cuando acabara de comer le avisara que él cogía a Eduardo y le echaba en el cuco otra vez…Pero qué paso??? Que Eduardo y yo nos quedábamos dormidos y vi que no le aplastaba, que aguantaba más entre toma y toma y que descansábamos de lujo así que cada vez pasaba más tiempo en la cama hasta que directamente lo acostábamos en ella desde el principio. A mi alrededor me decían que era una locura pero yo había descubierto a Carlos González y luego a Rosa Jové. En Lactard me entendían y practicaban el colecho también y descubrí el porteo y mi maternidad se volvió maravillosa! Lo pasé mal con los comentarios de la gente y la desinformación que hay pero también he conocido gente estupenda que me da fuerzas cada día. Desde aquí, quiero agradecer a todos los que compartís vuestras experiencias y publicáis artículos sobre lactancia, colecho, porteo… porque gracias a internet descubrí foros y testimonios que me abrieron los ojos y me enseñaron a mirar en mí misma y a escuchar a mi bebé.
Cuando estaba embarazada decía “intentaré dar el pecho, pero vamos, al primer problema le doy biberón que se crían perfectamente” jeje, también decía que daría el pecho hasta que volviera al trabajo y he terminado reduciendo la jornada a 4 horas (con un estrangulamiento de cinturón, claro) y por la tarde, para que Juan Carlos me releve y se quede con el peque. Me compré un sacaleches y hasta la semana pasada se tomaba un biberón con mi leche en mi ausencia pero de un día para otro lo ha rechazado y espera pacientemente a que llegue su teta para comer. Si su padre lo nota más nervioso de la cuenta le ofrece algo de fruta y un poco de agua pero no suele hacer falta.
El día 6 cumplió 7 meses y la gente alucina de que aún le dé el pecho y que esté así de hermoso…Es que tengo muy buena leche!
Os dejo una nota que escribí hace poco explicando cómo me siento en la actualidad. Besos y muchos brazos!

A EDUARDO Y JUAN CARLOS

Mirándote pierdo la noción del tiempo, pierdo la noción de mi misma… he dejado de ser Yo para ser nosotros, he olvidado mi nombre, mis necesidades para pensar en ti… Recuerdo lo pequeño que eras, lo frágil que te veía y la esperanza de alimentarte y fortalecerte que me inundaba en cada toma. Sentía que te daba vida con cada gota de leche que tomabas. Sentía que me daba a ti y nada me ha llenado tanto, nada me hace tan feliz como sentirte cerca, sentirte en paz…verte sano, fuerte, tan vivo, tan risueño. Y siento que es gracias a mí, que eres lo más grande que he hecho nunca y lo mejor que me ha pasado jamás. Cuando te doy el pecho antes de irme a trabajar y te duermes en mis brazos es como si echara raíces a tu lado, como si no pudiera moverme de allí y cuando estoy en el trabajo me viene de repente tu olor que ha quedado impregnado en mi piel, en mi ropa y me transporto… Me imagino contigo, tocando tus manos, mirando tu cara, sonriendo juntos… te veo en mi pecho mamando y descansando un segundo para regalarme una sonrisa, una mirada que grita que me quieres, que te gusta ese momento tanto como a mí, y que sientes lo que quiero transmitirte, sientes mi amor, sientes la paz que me da el tenerte cerca, sientes el placer que siento en ese abrazo inmenso que nos regalamos el uno al otro, sientes que te quiero y me emociono porque siendo tan pequeño entiendes todo eso, sin palabras, sin lecciones, solo sentimientos.




Y entonces pienso que nada de esto hubiera sido como es si no llega a ser por ti que te adjudicaste el papel de columna. Nada sin ti, que has sido el apoyo y el aliento. Te convertiste en descanso, en pañuelo, en alimento y confidente. Nada sin ti, que eres el mejor compañero que podía haber elegido para andar este camino. Nada hubiera sido así…ni siquiera él, que ha heredado tus ojos y tu buen humor, que tiene esa calma que te caracteriza y que tanto ayuda en los malos momentos. Te debemos tanto! Nada sin ti, tampoco yo.

jueves, 13 de octubre de 2011

11º Relato: 16 Meses de Lactancia

Antes del nacimiento de mi hija siempre tuve claro que quería optar por darle Lactancia materna, porque como sabiamente dice Carlos González, es un regalo para toda la vida para ambas. Nunca pensé que pudiera tener problemas, es algo natural que se ha hecho durante miles de años, sin asesoras de lactancia ni pediatras, y ahora que existe esa ayuda extra, ¿porque algo va a ir mal?...Estaba tan convencida que no contaba con biberones en casa, ni leche artificial ni toda la parafernalia que conlleva este tipo de lactancia y que más tarde, tuve que aprender a usar.
Mi hija nació a termino, una niña preciosa y sana de sólo 2500 grs. que al salir del hospital eran menos de 2300 grs....el peso de una botella de Coca cola. El hecho de ser tan pequeña no ayudó en la lactancia ya que se cansaba, se dormía, tenía una boquita diminuta...y el neonatologo nos recomendó, si no hacía pipí, darle un biberón después de alguna toma...nos lo pensamos unas horas y al final la segunda noche de hospital se lo dimos por lo que ya salimos del hospital con lactancia mixta.
Por suerte, ella nunca rechazó el pecho, tomaba ambas cosas sin problemas, hasta que la ligera molestia del pecho al engancharse se convirtió, como por arte de magia, en unas horribles grietas que incluso sangraban...!y sólo llevábamos poco más de 1 semana en casa¡. Creo que nunca he llorado tanto, me sentía frustrada, inútil y decepcionada y si no hubiera estado tan segura de mi deseo hubiera abandonado escuchando los consejos de gente que achacaban mi estado a una depresión postparto que no padecía. Recurrí a la liga de la leche, dónde me corrigieron la postura, pero cuando el dolor es tan insoportable es complicado de solucionar sin que antes se te curen, porque sientes rechazo hacia el momento y te falta llorar cuando se despierta reclamando alimento, porque ese dolor se mezcla con la culpabilidad, con el sentirte mala al casi llegar a detestar ese momento que antes de nacer, estabas deseando vivir.
Cuando ya no podía más, como último recurso antes de abandonar opte por una pezoneras que salvaron la lactancia, permitieron que se me curaran los pechos y me condenaron durante casi 3 meses a tardes interminables sentada amamantandola, que, al contrario que antes, nunca tome mal, sólo decidí disfrutar de mi hija el máximo posible y un día, como si nada, retiré las pezoneras y conseguí (ella consiguió) que mamara sin ellas, en postura correcta y sin dolor. Seguíamos con lactancia mixta, pero todo era mucho mejor, ella distinguía perfectamente el biberón del pecho, sabía usar uno y otro y sabía cuando quería uno u otro, y aunque esa lactancia mixta se prolongó hasta pasados los 6 meses, al menos mantuvimos el pecho ese tiempo. Mi hija rompía con el mito de que si prueban el biberón nunca más querrán pecho.
A los 6 meses, con la introducción de la AC, sobretodo sin biberones de cereales y sin prisa, ella sola rechazó los biberones de leche y ya de paso el chupete, ya sólo quería o “comida” o lactancia materna...De nuevo mi hija hizo lo que se supone es raro, rechazando el biberón a favor del pecho.

Continuamos así con una lactancia materna “normal”, introduciendo AC poco a poco...mi intención era (y es) seguir hasta los 2 años, pero no más allá, y de momento lo estaba logrando, pero a partir de los 11 meses esa lactancia “normal” pasó a ser, de nuevo, como esas interminables tardes de lactancia iniciales. No entendía porque de repente, sin haber introducido ningún cambio, habíamos vuelto a despertares cada hora, a estar más de una hora “enganchada” al pecho por la noche o en la siestas, a pedir cada 30 minutos o incluso menos, en cualquier parte...a no dormirse sin el pecho... pero me era imposible aceptarlo como los dos primeros meses porque habíamos pasado a lo que para mi era una especie de esclavitud (si, ya se que ojalá la esclavitud real fuera eso).
Con 13 meses empezamos el destete “No ofrecer, no negar”, y la cosa no mejoró nada...¡si no hacía falta que le ofreciera, con lo que ella pedía no daba tiempo!, y así, un mes después, con tristeza, empezamos el destete nocturno junto con un pseudo “plan padre” que trajo algunos llantos (nunca abandonada, por supuesto) pero que nos ha permitido, después de 14 meses, volver a domir. Ese destete no resultó fácil, y el diurno no parece que vaya a llegar pronto tampoco.
Ahora atravesamos una extraña fase que continúa siendo complicada porque siempre que se aburre pide, si me ve sentada pide, si llego de la calle pide, si tiene sueño pide...una tarde en casa puede convertirse en tomas cada 30 minutos y eso psicologicamente empieza a agotarme, supongo que estamos tan llenos de estereotipos que nunca imaginamos que un bebe de 16 meses, que corre a todas horas, vaya a mamar como uno de 2 meses o incluso más a menudo, pero mi problema no radica en lo que la gente considera normal o adecuado, sino más bien en lo que mi cuerpo y mi mente empiezan a querer y a rechazar. Mi “plan”, cuando paseaba con mi barriguita, era darle lactancia materna hasta los 18 meses y ahí iniciar el destete progresivo y respetuoso para lograrlo al rondar los 24 o 26 meses, porque no me veía más allá de esa edad, pero nunca pensé que realmente fuera a “querer” que eso pasara, sino más bien al contrario, me imaginaba “obligándome” y sin embargo ahora puedo decir honestamente que tengo ganas de poner el punto y aparte a la lactancia, pasar a la siguiente página pero, ¿estará lista ella? Parece que no.
Quizá la mayoría no me entenderéis, bien porque vuestro mayor deseo es seguir muchos años con esta lactancia y nunca hayáis sentido ese rechazo o bien porque penséis que si ya no deseo seguir no debería hacerlo pero creo que en esto de la maternidad lo primero que una aprende es que lo mejor es dejar que tu instinto te guié y el mío pide un poquito más de paciencia.
V.

10º Relato: Heridas sanadas

Hola a tod@s!

Animada por la Asociación Besos y Brazos en las jornadas de la semana Mundial de la Lactancia me gustaría compartir con vosotros mi experiencia al dar de mamar a mis hijas.
Soy madre de dos niñas Noa con 4 años y medio y Avril de 15 meses.
Mi primer embarazo acabo en cesárea programada: Todo marcho estupendamente durante los 8 primeros meses, Noa estuvo la mayor parte de la gestación moviéndose libremente dentro del útero, pero nunca llegó a colocarse en posición cefálica.
El 8 de marzo de 2007 programaron su nacimiento. Mi deseo nunca fue que naciera por cesárea, quería parirla y recibirla sobre mi cuerpo para ofrecerle el pecho, darle calor y abrazarla fuerte..Pero no fue así, lo único que pude hacer fue darle un fugaz beso en la mejilla mientras nuestra miradas se cruzaban intensamente, las dos deseábamos estar juntas abrazadas, pero nos separaron.
Tarde en verla tres horas y en cogerla 48 horas, la operación me impedía tenerla sobre mi, los dolores no me dejaron iniciar la lactancia hasta pasados dos días. Durante ese tiempo su padre estuvo ocupándose de ella y fue alimentada con biberones. Mi deseo de iniciar la lactancia fue tan grande que al tercer día me incorpore como pude y la puse al pecho, a Noa le costaba agarrarse y eso unido a las molestias físicas hicieron que el inicio de la lactancia fuese muy duro. Pero mi insistencia fue tal que me subió la leche y Noa empezó a ser alimentada por mi. Desde ese instante no me la quise despegar y pedí que la dejaran conmigo permanentemente en lugar de llevársela al nido. Una vez en casa recuperamos el tiempo perdido y la lactancia se consolido sin problemas, no tuve problemas de grietas, ni mastitis, solo tuvimos que encontrar las posturas mas cómodas debido a mi cicatriz. Tarde en recuperarme y disfrutar de la lactancia unos cuatro meses, tuve suerte de no tener que volver al mundo laboral transcurrido ese tiempo y fue entonces cuando empecé a disfrutar realmente de los preciosos momentos que te brinda la crianza con apego, el vinculo, la unión con tu bebe día a día , noche tras noche. Su lactancia se prolongo hasta los 20 meses , fue dejando de mamar de forma natural sin problemas.
Tras el nacimiento de su hermana Avril en junio de 2010 , volvió a retomarlo y ahora mama de vez en cuando.

Con Avril todo ha sido diferente, su parto fue natural, nada mas nacer disfrutamos el “piel con piel “y gracias a la lactancia prolongada de su hermana no tuvo ningún problema al iniciar la lactancia, en la semana 38 ya tenía laguna subida de leche.
Con este segundo embarazo he podido sanar muchas heridas de mi primera experiencia. Todo ha sido placentero y al día de hoy seguimos unidas las tres, el tiempo lo deciden ellas.
Mi experiencia como madre me ha recordado que somos mamíferos, que nuestros bebes son mamíferos y que en lo mas profundo de cada mujer hay una fuerza ancestral que nos recuerda como debemos criar, desde el instinto, desde el amor incondicional.
Doy gracias por el hecho de haber nacido mujer y ser madre.

Arantxa

miércoles, 12 de octubre de 2011

9º Relato: Estoy preparada para amamantar a mi segundo hijo

hola a tod@s
me llamo sandra y tengo un precioso niño de 17 meses que llena toda mi vida y estoy esperando un nuevo retoño para finales de noviembre.
mi experiencia con la lactancia no es positiva, fué corta y me encantaría que hubiera sido un exito, todo por falta de información y por seguir las "normas que dicta la sociedad"
para ser sincera, cuando me quedé embarazada, no tenía claro si iba a dar el pecho a mi hijo, pero según iba creciendo dentro de mí, más claro tenía que esa experiencia no me la queria perder.
álvaro nació con 2,500 kg y 46 cm, en el limite de prematuros, dí a luz en una clínica privada y todo fué negativo, me pusieron a mi hijo en mi regazo solo unos segundos porque necesitaba reanimación (que me enteré bien tarde) y "el piel con piel" no existió entre ambos.
como madre primeriza, para mí era todo nuevo, en mi embarazo no me informé de nada (grave error) y hacia todo lo que me decían, cuando llegué a la habitación estaban mi marido, mis padres, mis suegros y mi niño todo vestidito...yo estaba super cansada, y esperando a ver que tenia que hacer o que me decian...al cabo de unas 6 horas, más o menos, me viene una enfermera y me dice que le tengo que dar el pecho, pedí asesoramiento y ayuda, pero lo único que me dijo fué :"saca la teta y ponle al pecho", al ver que tenia poco pezón, me dice que me pusiera pezoneras....todo el mundo mirando, todo el mundo opinando...pongo a mi niño al pecho y no hay manera, no se cuantas veces pedí asesoria, que alguna enfermera me ayudara, pero nadie me daba su apoyo...la pediatra me dice que como ha nacido bajito de peso, que no me puedo permitir el lujo que mi hijo pierda peso y que le tengo que dar lactancia mixta...imaginaros, pues como el nene no se cogia al pecho, pues bibe al canto.
llegamos a casa, y yo seguía con mi lactancia mixta con pezoneras, en mi cabeza solo oia: "no tienes pezón...no te puede perder pecho"...cuando iba al pediatra mi hijo ganaba bien peso, pero pensaba que no tenia suficiente leche, que mi leche no le alimentaba...al ser tan chiquitin darle de comer era todo un ritual, pero yo, como su mamá, si me tenia que estar dos horas para darle de comer, no me importaba.. en mi pecho se dormia, y después le deba el dichoso biberón...
yo sabia que tenia leche, porque el pecho no me lo vaciaba y me sacaba la leche, para después poder dársela, pero él mi leche la queria en mi teta y la artificial en el bibe.
lo estaba pasando fatal, y ya en mi cabeza rondó la idea de dejarlo, de darle bibe solamente, me recetaron la "pastillita" pero tarde mucho tiempo en tomarmela...me sentia muy mal, el único vinculo que existe en exclusividad con mi hijo iba a desaparecer y cada vez que lo pensaba, no podia parar de llorar....hasta que un dia no lo pensé porque si lo pensaba no lo hacia...me tomé la pastilla para cortarme la leche, pasé muchos dolores, pero lo que más me dolió fué no poder dar el pecho a mi hijo más tiempo, el tiempo que él hubiera decidido.
estoy embarazada de 32 semanas, de nuevo es un niño, y ya estoy informada, he leido mucho sobre lactancia, he escuchado la experiencia de madres y he visto como otras mamás dan el pecho a sus hijos, y cuento con el apoyo de Besos y Brazos, que gracias a ellos sé que estoy preparada para empezar de nuevo y por fin conseguir que mi hijo y yo vivamos la maravillosa experiencia de la LACTANCIA.

martes, 11 de octubre de 2011

8º Relato: Desbordante

Mi niña nació el 29 de Octubre de 2010, tras 10 horas de parto doloroso y con mucho miedo... pero todo se olvidó en el mismo segundo en que mi marido me dijo llorando: "Es verdad, ya está fuera, míralo". Me la dejaron encima de mí y a los pocos minutos, antes de que le cortaran el cordón, ella ya se había cogido al pecho y mamaba como si lo llevara haciendo años. Se cogía con facilidad y cada poco tiempo, tanto es así que la leche ya me había subido a las 24 horas. Yo no sabía que podía ser tan rápido, así que le pregunté a la matrona si era posible. Me miró y me dijo que sí, que era ya la leche. Y por lo visto, en gran cantidad. Tenía los pechos durísimos y llenísimos. Me dolía cada vez que ella empezaba a mamar, los primeros segundos eran horribles. Pero, no sé, algo me decía que era normal, que sería así hasta que mis pechos de primeriza se acostumbraran. Y así fue durante muchos días.

Poco a poco, con la lactancia a demanda, realmente a demanda, gracias sobre todo al ejemplo de mi hermana, que había tenido a su niña tan sólo tres meses antes que yo, el dolor de los primeros segundos fue desapareciendo. Pero, yo seguía teniendo muchísima leche. Me sobraba. Libros, médicos y consejeras de todo tipo (fiables y no fiables), me decían que en unos meses se regularía y que hasta podría dejar de usar los discos protectores. La leche salía a chorro, mi niña a veces se atragantaba, y muchas veces tenía que apartarse y dejar salir el chorro durante un rato hasta que se volvía "dominable". Leía: "eso es que no se agarra bien". Pero, yo sabía que no era así, lo veía. Ella estaba en buena postura, tragaba, engordaba bien... Todo estaba bien, salvo la cantidad de mi leche, que parecía desbordarnos a las dos.
Nunca llueve a gusto de todos. Algunas mujeres se quejan de poca leche, y yo estaba preocupándome porque tenía demasiada. Llegué a consultar por si podía tener algún exceso de hormonas de algún tipo, o defecto, o algo que no funcionara bien en mi organismo...
Mi médico fue tan condescendiente de pedir unos análisis para que me miraran los niveles de oxitocina. No llegué a hacérmelos.
Antes me entró la cordura.
Me paré a pensar, o mejor dicho, a sentir lo que estaba sucediendo. Mi niña crece bien, come bien, le encanta ponerse al pecho. Ella disfruta, yo disfruto enormemente de la lactancia. La máxima molestia de todo esto es que me mojo la ropa, o las sábanas por la noche, que tengo que gastar más de lo esperado en discos de lactancia... Eso son males menores que estoy dispuesta a soportar. Me relajé.
Cuando había demasiada leche en un pecho, me sacaba voluntariamente un poco a mano (millones de veces más fácil, en mi caso, que con el sacaleches. Con apretar un poco salían los chorros como estertores), en vistas a evitar alguna posible mastitis.

Los meses de "demasiada" leche han sido en total 10, y los discos no he podido dejar de usarlos. Esto no es una queja, y ahora veréis porqué.
Sigo notando la "subida" de la leche, en los dos pechos, cada vez que mi niña se coge al pecho y mama con fuerza (si no es para "comer", la cosa es más suave), como si fuera un calambre, una pequeña descarga eléctrica, ligeramente dolorosa. Sería dolorosa sino fuera por las connotaciones tan hermosas que tiene esa sensación... Mi leche es lo que más le gusta a mi niña (de momento). Y a mí, sinceramente, me encanta verla mamar, notar la leche saliendo de mis pechos a borbotones. Incluso, hace poco he reconocido que me encanta (a mi niña también) verla caer. Me gusta notar la sensación de "chorrear", lo que hace unos meses me preocupaba porque "parecía" excesivo, ahora reconozco que me gusta. Me gusta ese exceso de leche, que sobre, que se me salga, que se moje el sujetador y que a veces los discos sigan sin dar abasto. Hasta tal punto que a veces me permito el lujo de ir sin discos y sin sujetador, totalmente desmelenada, para notar ese placer. Es como si fuese una tierra fértil... No importa que la ropa se manche (estoy en casa, nadie me ve, a nadie molesto), la ropa se lava... ¡Y el olor de la leche es tan agradable! Es reconfortante hasta para mí.
Un día tenía un bajón de ánimo terrible y me eché a llorar encima de la cama desconsolada. Estaba agotada de dormir poco y mal, de no rendir en casa, de las exigencias cada vez mayores de la niña, y algún otro problema emocional que se cuela por las rendijas de una madre agotada... Mi rostro fue a parar encima de una mancha de leche inevitable en las sábanas (colecho y lactancia nocturna), y ese olor dulzón evocador de tanta ternura y protección me calmó al instante. Como si fuese mi propio alimento. El olor de mi propia leche me consoló... Entendí la carita que pone mi niña cuando está cansada o asustada y le ofrezco el pecho, sin otro motivo, y ella da un suspiro de alivio y tranquilidad absoluta. Entendí las risas y la cara de felicidad cuando tiene hambre y le ofrezco el pecho. Entendí que sea un universo tan completo para ella, es alimento, es casa, es compañía, es TODO, todo lo bueno, todo lo que le da seguridad, todo lo que materializa el amor que su madre le ofrece, siempre que ella lo quiere, siempre que lo necesita, sin horarios, sin pararme a pensar si es la hora adecuada, o si sus motivos son razonables o no desde el punto de vista adulto, y ya ni siquiera si la cantidad es la adecuada...

Mucha. Mucha suerte es la que tenemos las dos. A punto de cumplir el año, las dos seguimos en nuestro paraíso lácteo. Chorreando. Disfrutando de ir mojadas (ella en los pañales y yo en el sujetador), sin importarnos a ninguna si eso está bien visto, si es civilizado o si es lo normal…