viernes, 6 de julio de 2012

55º Relato: Barra Libre

Cas nació en el Montepríncipe, donde polulaban ineptos, apresurados y maliciosos. Yo, como buena niñita obediente, me callé, pujé cuando me dijeron, y esperé a que viniera la enfermera a enseñarme a dar de mamar, porque eso me había dicho. ¿Y quién era yo para sentir distinto? Lucas, ni bien lo dejaron de protocolear en el paritorio y se dignaron a dármelo, envuelto en una rígida tela verde, empezó a buscar el pecho. Pero yo estaba tumbada, en una camilla en el medio del pasillo, y no quería que me retaran por sacar teta en un lugar tan pulcro. ¿Y si encima lo hacía mal? Cuando vino la enfermera me manoseó un poco, movió la cabeza de Lucas como si no fuera parte de un cuerpo, me dijo que necesitaba pezoneras y se fue. Por suerte, lo único que necesitaba Cas era acceso. Él solito supo hacer todo el resto. Por más suerte aún, en la clase de preparación al parto nos habían explicado que después de cada toma había que lavar los pezones, secar con gasita y ponernos Purelán. Con lo cual, cada toma requería un sinfín de trámites destinados a nada.Pero, nuevamente, Lucas, en su infinita sabiduría, persistió. Me disculpó esas pequeñas pavadas, al igual que cuando quería pecho de noche y yo prendía la luz, me sentaba en la cama, le cambiaba el pañal, le daba del otro lado, le quitaba los gases y lo dejaba en su cunita. Estaba al lado de nuestra cama, pero me dolía dejarlo como si estuviera en otro hemisferio. Pero cada vez que lo veía en la cuna mi vieja me felicitaba, que descanso para vos, no?, que independencia, que bueno que se acostumbre a estar tranquilo. Yo, chiquita educada, quería muchas estrellitas doradas, así que a la cuna iba mi hijo. Poco a poco Cas nos fue mostrando que dar el pecho tumbada, dormida y abrazados es tan lindo... que en la camita los tres estamos tan calentitos. De a poco, fuimos aprendiendo a escucharlo. Al año vino el destete. Una amiga mía tenía a su madre de visita: Ya te toca destetarlo, no? Mi hija le dio hasta el año, y Lucas ya tiene casi un añito, no, nena? (Y a mí qué carajo me importa lo que hizo tu hija!?). Pero igual, ante el mandato social, destetamos. Fue lento y con amor, y la verdad, yo quería sentarme solita en la terraza de nuestro piso, fumarme un cigarrillo, tomar una cerveza y vivir la vida loca. Era una libertad ansiosa, pero la necesité. Cuando nació Gaspichus, se encontró con una mamá y un papá más formaditos. Tiene dos años y sigue tomando pecho con tanto placer, que no me imagino cuándo lo dejará. Soy experta tetaedora: le he dado pecho en el fular mientras jugaba al fútbol con Lucas, en esos primeros meses cuando tener dos hijos era un reto de supervivencia diario. Le he dado pecho metidito en la Ergo, en la aerosilla, subiendo a la nieve para que Lucas y supapá se tiraran de culopatín. Gaspichus habla por teléfono con su abuela, quien también ha sabido aprender mucho, mientras toma pecho. Cuando tuve una infección, me quité Bactrobán con una servilleta del bar y le dí pecho. A su primita le pareció una idea genial, así que le trajo otra servilleta a su mamá, que no tenía Bactrobán pero para ver si de espabilaba un poco y también sacaba teta. Sacó. Las hermanas ahí lactando hasta que ellos se aburrieron y siguieron trepando y corriendo. Cuando Lucas se lastima, un chorrito de leche lo cura todo. El otro día se golpeó el labio, y al probar la leche le pareció tan dulce que quería más. Pero como ya se le ha ido el instinto de succión (tiene 4 años y no toma desde el año, pero me dió una penita comprobarlo!!) se trajo un vaso. Y otro para el hermano. Apretaban y sacaban un buen chorro, y a carcajadas se lo tomaban de sus vasitos. Gaspichus, ¿te sirvo? dijo Cas, como si yo fuera un barril. En vez de cerveza, leche.

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