Volvimos al hospital y no había ganado peso suficiente…la pediatra (una distinta a la que nos atendió cuando estuvimos ingresados) me preguntó cómo lo hacíamos y le conté mi batalla…Yo estaba fatal, con ganas de llorar continuamente, yo quería darle el pecho!! Y me dijo súper cariñosa que lo más importante era que me tranquilizara, me olvidara de horarios y que confiara en mí. Me dijo “no ha ganado todo el peso que debería, pero ha ganado que es lo importante y según me cuentas de biberón casi no toma así que vamos a probar solo con tu leche durante tres días y volvéis. Si ha ganado lo que yo considero prudente podéis empezar con la lactancia materna exclusiva pero si no gana peso tendremos que pautar un suplemento de biberón” Me dijo que en esos 3 días me centrara en darle el pecho y descansar, que me hicieran todo lo demás y que si podía me echara la siesta con él. Me recomendó que estuviera con el pecho desnudo y el bebé pegado a mi todo el tiempo del mundo…y que nada de visitas ni de nada…De su consulta pasamos a la consulta de lactancia y me dijeron lo mismo, me animaron mucho y me hablaron de las tomas no nutritivas, de olvidarme de horarios, de dejar que fuera en niño el que se separara del pecho… Por la tarde fui a la revisión con la matrona y le conté todo, lo que ella me dijera iba a ir a misa y me dijo que estaba totalmente de acuerdo con las indicaciones que me habían dado. Me miró el pecho, me dijo que me olvidara de las pezoneras y me hizo confiar más en mí. Pasé esos tres días tal y como me habían dicho salvo en lo de echarme las siestas con él pues mi madre me dijo que lo iba a aplastar y que no sé a quién se quedó dormido y apareció el bebé a los pies de la cama dentro de las sábanas que casi se asfixia… Juan Carlos se ocupaba de todo, me traía trocitos de chocolate blanco y agua cuando me sentaba a darle el pecho…Eduardo lloraba y yo hablaba con él entre lágrimas explicándole por qué no me ponía la pezonera ni le daba el biberón. Le dejaba dormir si se dormía y cuando se cogía al pecho me hacía tan feliz! Fueron un par de días malos, con tentaciones de volver a la pezonera o darle biberón porque no soportaba verle llorar y me daba mucho miedo que no estuviera alimentándose, tenía tanta inseguridad… no le veía si tragaba o no y me daba mucho miedo que se debilitara aún más… Le preguntaba a Juan Carlos “¿y si me pongo pezonera? Es que no se coge” pero me animaba y me daba fuerzas…y menos mal! Cuando volvimos al pediatra había engordado suficiente y nos felicitaron!! Conseguimos que se estableciera la lactancia! Eduardo empezó a coger fuerzas, y a mamar con más frecuencia…seguía estando al pecho mucho rato y las noches empezaron a ser una tortura china. Cuando a los 15 días de nacer el nene Juan Carlos volvió al trabajo, salía de la habitación para darle el pecho…me iba al salón o a la habitación de Eduardo (que no ha usado claro) y allí me tiraba con él una hora dando cabezadas, le cambiaba, le dormía y cuando lo dejaba otra vez en su cuco y me acostaba, tenía que levantarme otra vez. Recuerdo que salimos una mañana y nos encontramos una amiga que dejó la lactancia por una mastitis por recomendación de la pediatra y me estuvo hablando maravillas de dar el biberón, que así tú puedes descansar…la veía tan mona, con su vinito y su cigarrito (soy exfumadora) y yo quería lo mismo! Le estuve dando muchas vueltas y creo que me frenó que Juan Carlos no me dijera desde el principio “vale, si no pasa nada, dale biberón” y que me sentía fatal solo de planteármelo… Por un lado lo deseaba, por otro sentía que no podía hacerle eso a Eduardo. Juan Carlos me dijo que le diera el pecho en nuestra cama, que él cogería al peque, me lo daba y se volvía a dormir y que cuando acabara de comer le avisara que él cogía a Eduardo y le echaba en el cuco otra vez…Pero qué paso??? Que Eduardo y yo nos quedábamos dormidos y vi que no le aplastaba, que aguantaba más entre toma y toma y que descansábamos de lujo así que cada vez pasaba más tiempo en la cama hasta que directamente lo acostábamos en ella desde el principio. A mi alrededor me decían que era una locura pero yo había descubierto a Carlos González y luego a Rosa Jové. En Lactard me entendían y practicaban el colecho también y descubrí el porteo y mi maternidad se volvió maravillosa! Lo pasé mal con los comentarios de la gente y la desinformación que hay pero también he conocido gente estupenda que me da fuerzas cada día. Desde aquí, quiero agradecer a todos los que compartís vuestras experiencias y publicáis artículos sobre lactancia, colecho, porteo… porque gracias a internet descubrí foros y testimonios que me abrieron los ojos y me enseñaron a mirar en mí misma y a escuchar a mi bebé.
Cuando estaba embarazada decía “intentaré dar el pecho, pero vamos, al primer problema le doy biberón que se crían perfectamente” jeje, también decía que daría el pecho hasta que volviera al trabajo y he terminado reduciendo la jornada a 4 horas (con un estrangulamiento de cinturón, claro) y por la tarde, para que Juan Carlos me releve y se quede con el peque. Me compré un sacaleches y hasta la semana pasada se tomaba un biberón con mi leche en mi ausencia pero de un día para otro lo ha rechazado y espera pacientemente a que llegue su teta para comer. Si su padre lo nota más nervioso de la cuenta le ofrece algo de fruta y un poco de agua pero no suele hacer falta.
El día 6 cumplió 7 meses y la gente alucina de que aún le dé el pecho y que esté así de hermoso…Es que tengo muy buena leche!
Os dejo una nota que escribí hace poco explicando cómo me siento en la actualidad. Besos y muchos brazos!
A EDUARDO Y JUAN CARLOS
Mirándote pierdo la noción del tiempo, pierdo la noción de mi misma… he dejado de ser Yo para ser nosotros, he olvidado mi nombre, mis necesidades para pensar en ti… Recuerdo lo pequeño que eras, lo frágil que te veía y la esperanza de alimentarte y fortalecerte que me inundaba en cada toma. Sentía que te daba vida con cada gota de leche que tomabas. Sentía que me daba a ti y nada me ha llenado tanto, nada me hace tan feliz como sentirte cerca, sentirte en paz…verte sano, fuerte, tan vivo, tan risueño. Y siento que es gracias a mí, que eres lo más grande que he hecho nunca y lo mejor que me ha pasado jamás. Cuando te doy el pecho antes de irme a trabajar y te duermes en mis brazos es como si echara raíces a tu lado, como si no pudiera moverme de allí y cuando estoy en el trabajo me viene de repente tu olor que ha quedado impregnado en mi piel, en mi ropa y me transporto… Me imagino contigo, tocando tus manos, mirando tu cara, sonriendo juntos… te veo en mi pecho mamando y descansando un segundo para regalarme una sonrisa, una mirada que grita que me quieres, que te gusta ese momento tanto como a mí, y que sientes lo que quiero transmitirte, sientes mi amor, sientes la paz que me da el tenerte cerca, sientes el placer que siento en ese abrazo inmenso que nos regalamos el uno al otro, sientes que te quiero y me emociono porque siendo tan pequeño entiendes todo eso, sin palabras, sin lecciones, solo sentimientos.
Y entonces pienso que nada de esto hubiera sido como es si no llega a ser por ti que te adjudicaste el papel de columna. Nada sin ti, que has sido el apoyo y el aliento. Te convertiste en descanso, en pañuelo, en alimento y confidente. Nada sin ti, que eres el mejor compañero que podía haber elegido para andar este camino. Nada hubiera sido así…ni siquiera él, que ha heredado tus ojos y tu buen humor, que tiene esa calma que te caracteriza y que tanto ayuda en los malos momentos. Te debemos tanto! Nada sin ti, tampoco yo.
Lágrimas en los ojos...
ResponderEliminarJolín Natalia, y tú das las gracias a la gente que escribe sobre lactancia, colecho, porteo...? Pues deberia empezar a publicar más amenudo!
ResponderEliminarMe ha parecido un relato super tierno, que bonito!
Y Gracias por sincerarte sobre algunas de las razones por las que la gente no da pecho.
Un gran saludo.